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Misterio con sabor a Hitchcock y Agatha Christie

Carmen Posadas (Montevideo, 1953) está a punto de cumplir quince años de trayectoria visible. «¡No me lo recuerdes!», suplica campechana. La escritora, que se consagró a la primera (Cinco moscas azules, 1996), presentó ayer la última, Invitación a un asesinato (Planeta). Por descontado escogió Mallorca para inaugurarla –con performance incluida–, una isla bañada por el mar escenario de una novela con muchos sospechosos y un crimen en Andratx. También, el mar en el que tantos veranos descansó, hasta que descubrió el azul de Formentera.
Un velero de luxe, ocho invitados con infinitas razones para cometer un crimen y una anfitriona que prepara su propio asesinato. Así se plantea Invitación a un asesinato, «un homenaje a Agatha Christie, Alfred Hitchcock y Sherlock Holmes». «Un homenaje a los clásicos ingleses del género», reconoce y amplía Posadas de un premeditado guiño que resulta evidente.Y no sólo en la esencia.
«Soy como una equilibrista sin red, cuando empiezo una novela no sé lo que va a pasar». Carmen Posadas, comparte, escribe «sin esquemas previos». Ni siquiera cuando en la trama hay un homicida y muchos candidatos a culpable, como es el caso. «Cambié el asesino cuando tenía la mitad del libro escrito; de repente me pareció muy tópico», ejemplifica con pasado reciente. Y no le tembló la mano a la hora de hacerlo, a pesar de la «trabajera» que conlleva. Hace cinco años, recuenta ella, germinó una idea que fue labrando poco a poco. Y con una doble intención: «Hay dos niveles de lectura. Algunos encontrarán una novela de misterio. Otros, la sátira y el retrato psicológico de la sociedad».
«Mucho humor». Le resulta imposible a Posadas prescindir de la sonrisa en sus textos. Incluso a la hora de afrontar asuntos como la eutanasia, el tráfico de niños o las adopciones fallidas, presentes en una última obra trufada de personajes… que jamás podrían tirar la primera piedra. La escritora parafrasea a Evelyn Waugh para justificar una mueca alegre pero no «faltona»: «La mejor manera de hablar de cosas serias es hacer broma. El humor te permite poner distancia respecto a cosas terribles. Evidentemente no dejan de serlo, pero se hacen menos duras».
«Si en mi carrera literaria hubiera tenido un gran ´pelotazo´, un La sombra del viento, me habría bloqueado a la hora de escribir». Carmen Posadas se declara «encantada» con su trayectoria, que dio un giro en 1998, año en que abrazó el Premio Planeta gracias a sus Pequeñas infamias. «Desde luego, el premio marcó un antes y un después», calibra ella, consciente que desde entonces sus libros se traducen a idiomas «en los que ni siquiera entiendo mi nombre en las cubiertas». Pero con todo, y a pesar del éxito constante, agradece no haber dado sin querer con la tecla del best-seller estratosférico. Mucho mejor haber ido paso a paso, construyendo «de una manera gradual». «Soy bastante insegura» se confiesa como escritora.
«Ahí lo tengo, todavía virginal». Se refiere la escritora a su nuevo iPad, tecnología del XXI al servicio del libro digital. No le parece mal el nuevo formato, aunque matiza segura: «Tengo la sensación de que me costaría mucho seguir una novela muy larga en una pantalla; no me imagino leyendo un ´tocho´ de ochocientas páginas como Ana Karenina».
´Tocho´, sí. Porque Carmen Posadas, jovial y espontánea cuando la ocasión se tercia, se respeta los registros. Del mismo modo que hace con cada uno de los personajes que inventa, portador de un vocabulario y unos dejes propios. En este sentido, Invitación a un asesinato es la mejor prueba posible, reunidos en sus páginas ocho individuos que por su forma de hablar también se dejan conocer: del más ´piji´ al inmigrante adinerado, pasando por la desequilibrada tonta del bote o un refinado homosexual inglés. «Presto mucha atención al lenguaje, lo adapto a cada personaje. Es algo que trato de tener en cuenta, a diferencia de muchos escritores que hacen hablar igual a todo el mundo».
«Sí, sin duda que ellos son artistas». Se refiere Carmen Posadas a los toreros, recién admitidos por el mismo ministerio de Cultura que ya reconocía a los que escriben. «Además, hoy día ya se le llama arte a cualquier cosa», entiende y acepta para poner punto final a un marinero y palmesano encuentro con los medios.

fuente: diariodemallorca.es

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