Prohibido prohibir
Los más jóvenes tal vez ignoren que hubo un tiempo ya lejano en el que en aquella explosión de rebeldía (un tanto mitificada y sobrevalorada) que se conoce como Mayo del 68 se acuñaron varios eslóganes que hicieron fortuna. Unos eran poéticos, como “La sociedad es una flor carnívora”, otros ecologistas avant la lettre, como “Bajo los adoquines de la calle está la playa”; los había también futuristas, como “Viva la comunicación, muera la telecomunicación”. Y luego mi favorito, entre todos ellos, uno que deberíamos poner de moda otra vez: “Prohibido prohibir”. En aquel entonces el objetivo era poner en solfa a la sociedad autoritaria, jerárquica y patriarcal que regía nuestros destinos. Una –y parece que fue hace un siglo– en la que los hijos trataban de usted a los padres, a los empleadores y por supuesto también a los maestros. Un tiempo en el que la llamada moral burguesa regía expulsando a las tinieblas exteriores a todo aquel que se atreviera a desafiar sus inapelables reglas. Prohibido prohibir significaba por tanto desobedecer aquellas normas intransigentes, caducas, arbitrarias impuestas por las sociedades occidentales nada menos que desde la Toma de la Bastilla, cuando el desparrame del Ancien Régime dejó paso a la burguesía, una nueva y pujante clase social con evidentes virtudes y brillantes ideas en lo económico y en lo social, pero con una mentalidad puritana y represiva en las costumbres y en todo lo que atañía a la moral. “Moral pequeñoburguesa” así la llamarían, invocando a Marx, esos jóvenes de mediados del siglo XX que buscaban la playa bajo los adoquines. Y tan eficaces fueron sus eslóganes, tan alargada la sombra de aquel mítico mes de mayo que, poco a poco, se produjo un reflujo que acabó con dicha moral de un plumazo. Lo malo de este tipo de reflujos en las costumbres es que con el agua sucia casi siempre acaba tirándose también al bebé. Estuvo muy bien acabar con los oscuros tiempos de progenitores castrantes y autoritarios que sermoneaban “Si te pego es por tu bien” o “Cuando seas padre comerás huevos”. También con esos profesores perversos de “La letra con sangre entra” y “Quien bien te quiere te hará llorar”. Y no digamos acabar con las actitudes humillantes que debían mostrar los subordinados con sus jefes: “Aquí un admirador, un esclavo, un amigo, un siervo”. ¿Pero no habrá un término medio entre aquello y habernos pasado al extremo opuesto del péndulo de modo que los hijos no respetan a los padres, se burlan de sus maestros y se pitorrean de todo aquel que de alguna manera encarne cualquier tipo de autoridad? Existe además en este reflujo de los tiempos otro curioso efecto colateral. Del “Prohibido prohibir” hemos pasado a nuevas tiranías. La de nuevas prohibiciones tan invasoras de la libertad privada de cada uno como las inspiradas en la moral burguesa, pero de un signo más acorde con los tiempos. He aquí un ejemplo que me ha dejado ojiplática. “Hay que prohibir” –proclamó hace poco Beatriz Gimeno, número cuatro de la lista de Podemos por la Comunidad de Madrid– “que los colegios induzcan a creer que la heterosexualidad es la norma”. Para ello la señora Gimeno afirma que, dado el profundo simbolismo asociado al poder masculino que tiene la cultura patriarcal con respecto a la penetración, sería más igualitario que a partir de ahora se fomentara la penetración anal de las mujeres a los hombres. Por mi parte nada que objetar a que la señora Gimeno exprese su parecer, ya saben esa frase que atribuyen a Voltaire que dice “No estoy de acuerdo con tu opinión, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a expresarla”. Lo que me resulta más difícil de entender es que ella –y tantas otras personas como ella– se pongan como hidras y acusen de incitación al odio a quienes (con igual derecho a expresar su opinión) preconizan actitudes más conservadoras con respecto a la sexualidad. “Entre el estreñimiento de un pasado represivo y la diarrea de algunas actitudes actuales existe siempre la posibilidad de recurrir al sentido común” no es uno de aquellos bellos eslóganes de Mayo del 68 que hicieron historia. Pero es una verdad de Perogrullo que conviene recordar de vez en cuando.
Eres muy valiente de abordar este tema tan políticamente incorrecto. Enhorabuena. Un saludo.