Me he ahorrado muchísimo en psicoanálisis gracias a la escritura
La escritora española Carmen Posadas asegura que su última novela, “La maestra de títeres”, funciona como “una sátira social que va más allá de la frivolidad”, donde repasa la historia reciente de España a través de tres generaciones de mujeres que construyen sus vidas muy vinculadas a la prensa rosa y las redes.
Publicada por Espasa, esta historia “tiene frivolidad y entretenimiento -dice a Télam Posadas-, hay muchos cameos, figuras del jet-set ibérico y personajes famosos que transitan los mismos escenarios que las protagonistas, pero también hay franquismo y oposición, estereotipos femeninos, es un fresco de época donde se puede encontrar tanto una sátira, como un retrato psicológico o una crítica social”.
Hija de diplomáticos, Posadas nació en Montevideo en 1953, pero en 1965 ya estaba instalada en Madrid con su familia y, como la mayor de cuatro hermanos -“tímida y feísima” según comenta entre risas-, “escribía un largo y lacrimógeno diario que fue el comienzo de esta vocación”.
Ahora cuenta con 13 novelas en su haber, como “Pequeñas infamias”, que ganó el Premio Planeta 1998 y “La hija de Cayetana”, donde recupera la historia de la Duquesa de Alba, musa de Goya, además de cuentos infantiles y guiones de TV.
Si bien el albur familiar la llevó varias veces a Londres, España fue su país adoptivo: allí cursó la secundaria, se casó joven, a los 19, tuvo dos hijas, se divorció y con un español volvió a casarse más tarde, el economista Mariano Rubio (1931-1999), cuya vida interesaba a la revistas de sociedad y chimentos de su país.
De esa experiencia, entre otras cosas, cuenta que surgió “La maestra de títeres”, su novela “más madura, la más ambiciosa, porque intenta retratar los últimos 60 años de historia española: posguerra, transición y presente”.
– Télam: ¿Cuánto de biográfico hay en esta novela?
– Carmen Posadas: Mucho, sobre todo mi experiencia de cuando me perseguían los fotógrafos, durante los primeros tiempos de mi matrimonio con Mariano, pero ya no lo hacen ¿sabes?, porque esto es voluntario, lo he visto hacer: llamas por teléfono y avisas que vas a estar en tal sitio. Yo no quise ser carne de paparazzi, la pasaba horrible, aunque a la protagonista de esta novela, Beatriz Calanda, le encanta.
– T: ¿Hay una reflexión sobre la hiperexposición mediática y la noción de identidad?
– C.P.: Un epítome de los valores en la sociedad actual está en los personajes de las revistas del corazón, donde mucha gente sin formación alguna construye un personaje y consigue vivir de eso, contando las cosas más banales: desde cómo se depilan hasta si les salió un grano, cosas increíbles que Internet ha llevado al paroxismo. Lo que me interesaba de Beatriz, esa figura tan pública de la que creemos saber todo en la novela, es mostrar cómo, si empezamos a rascar la cáscara, veremos que nada es cierto, mostrar cómo el exceso de información desinforma y cómo los mentirosos, hoy, pueden ser más mentirosos que nunca.
– T: ¿Esta historia intenta reconfigurar la relación entre la imagen pública y la privada?
– C.P.: El título perfecto de esta novela hubiera sido “Virtudes públicas, vicios privados”, porque trata un poco de eso, de estar todo el tiempo en el escaparate y qué se decide mostrar y qué no. El otro día entré en el blog de una persona que tenía cuatro millones de visitantes y lo que contaba era cómo hacer el café con leche a la mañana. Me parece que el ser humano es bastante voyeur y a todo el mundo le gusta espiar por la cerradura, pero además hay una cosa de idolatría con estos personajes, a los que la gente sigue como una novela por entregas.
– T: ¿Cómo comenzó a escribir, qué significa la escritura en su vida?
– C.P.: En la vida he hecho todo al revés. Empecé casándome, durante tres o cuatro años me dediqué a ser esposa ideal y madre perfecta, y cuando mis hijas entraron al colegio me pregunté si iba a seguir haciendo tartas de manzanas o qué. Como no había ido a la universidad las posibilidades laborales eran muy aburridas. Hablaba muchos idiomas, eso es cierto, pero ser secretaria internacional tampoco me divertía. Me anoté en un curso de escritura creativa, eran los 80 y no había nada de eso, y presenté un cuento en una editorial donde me encargaron adaptaciones infantiles de la Biblia. Seguí con textos para niños hasta que acepté hacer una novela rosa bajo seudónimo, Elena Miranda, que funcionó muy bien, y ahí perdí el miedo. Pero la verdad es que soy una catástrofe para el resto de la vida, no sé hacer otra cosa y me he ahorrado muchísimo en psicoanálisis gracias a la escritura, porque es una forma de catarsis muy terapéutica: si me cae mal una persona, la pongo en una novela, la mato y me quedo contenta, me libero.
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