“Ahora te tachan de fascista por cualquier cosa”
Carmen Posadas es autora de doce novelas, más de quince libros infantiles, dos biografías y varios ensayos, relatos y guiones de cine y televisión. En 1998 ganó el Premio Planeta con Pequeñas infamias. Entre sus títulos más destacados se encuentran La cinta roja, Invitación a un asesinato, El testigo invisible, La hija de Cayetana y La maestra de títeres. En 2003 la revista Newsweek la señaló como “una de las autoras más destacadas de su generación”.
Pregunta: Y a Liz Taylor le plantearon escribir sobre la Peregrina, pero desistió.
Respuesta: Muchos actores de Hollywood querían seguir siendo protagonistas incluso en el ocaso de sus carreras. A Jane Fonda le dio por hacer gimnasia. Charlton Heston presentaba historias de la Biblia. A Liz Taylor le ofrecieron escribir la historia de sus joyas. Empezó a hacerlo pero se dio cuenta de que algunas tenían mucha historia, como la Peregrina, y otras no tenían nada que contar. Al final abandonó el proyecto.
P: Era una labor ingente: investigar los 500 años de historia de la Peregrina. Tú cogiste el testigo.
R: Sí, ha sido una investigación muy laboriosa porque no es solo contar los hechos históricos (por los que a veces pasas de puntillas), sino recrear todo un ambiente. Yo quería contar la intrahistoria, la cara B de la historia, que es la que explica la cara A. Si entiendes cómo era Felipe II en zapatillas puedes comprender qué pasó en Lepanto.
P: Pero al investigar “todo hace caldo”, como explicas al final del libro.
R: De un libro de 400 páginas podía sacar solo una anécdota válida pero me servía para entender cómo era la moda, la comida o el lenguaje de la época. Por ejemplo, para reproducir el habla en los primeros Austrias leí de nuevo el Quijote.
P: Incluso el habla popular. Luis Landero decía que en España se hablaba bien hasta el XIX.
R: Sí, además ahora se ha limitado mucho el vocabulario. Ahora es todo cool, o superguay, o asqueroso, o se habla con palabrotas, que sirven para todo.
P: Aquí una aclaración: Peregrina no se usa en su primera acepción.
R: Podría ser, porque esta perla peregrinó durante siglos, pero en realidad la llamaban así por su quinta acepción, porque era extraordinaria, rara. También la llamaban la única. No ha habido una perla de otras características.
P: Y eso que había una joya histórica muy similar en nombre: la Pelegrina, con l en vez de r.
R: Durante mucho tiempo se creyó que la perla que le había regalado Felipe II a María Tudor era la Peregrina. Luego se ha documentado que la Peregrina entró en la Casa Real española cuarenta años después de la muerte de María Tudor. La que ella lució era otra perla, la Pelegrina, con ele, que también tiene mucho que contar: después de María Tudor, vuelve a la Casa de Austria hasta Felipe IV, que se lo regala a su hija cuando se casa con el rey Sol (Luis XIV); permanece en la corte francesa hasta María Antonieta, desaparece en la Revolución Francesa y reaparece al cabo de los años en el joyero de la madre de Felix Yusupov, asesino confeso de Rasputin.
P: Mientras, la Peregrina está en España hasta José Bonaparte, que la lleva a Francia tras la Guerra de la Independencia.
R: José Bonaparte fue un gran expoliador, se llevó media España en su huida. Era algo que también hizo Napoleón en Egipto y otros países. Ese tic cleptómano era de familia. José Bonaparte se llevó carretas llenas de obras de arte, expoliados de iglesias y palacios. A la Peregrina le había echado el ojo antes. Le encarga a su hombre de confianza que se la entregue a su mujer, Julia Clary.
P: Para algunos propietarios la Peregrina es un talismán. Para otros todo lo contrario.
R: A lo largo de los siglos se han atribuido a las perlas tanto cualidades positivas como negativas. Se dice que las novias no pueden llevar perlas, porque perlas son lágrimas, y van a sufrir en su matrimonio. Hay quien lo cree a pies juntillas. En la época de María Tudor pensaban que traían tranquilidad, de hecho ella muere con la Pelegrina puesta. En la época de Carlos IV, algunas mujeres creían que las perlas las protegían de la viruela. Esa parte del libro la escribí en plena pandemia. Y descubrí que la gente reacciona siempre igual: los negacionistas, los supersticiosos y los descuidados. Es curioso: la naturaleza humana es siempre la misma.
P: Contra la viruela ya usaban mascarillas.
R: El hijo del infante don Gabriel (hijo a su vez de Carlos III) contrae la viruela y su mujer, María Victoria de Braganza, empeñada en cuidar al niño personalmente, se pone una máscara llena de hierbas medicinales. Pero cree que se curará si tiene la Peregrina, a la que suponía cualidades casi milagrosas, y se la tiene que pedir a su archienemiga, su cuñada María Luisa de Parma (mujer del rey Carlos IV).
P: La Peregrina es protagonista de varias historias de amor. Una de las más llamativas es la del Farinelli, el castrato más famoso de la historia, con su ayudante Claretta.
R: Me llamó la atención porque siempre pensé que los eunucos eran impotentes, pero no. Era un secreto que se tenía bien guardado. Las mujeres encerradas de por vida en los harenes se corrían unas juergas épicas con los eunucos y los maridos ni se enteraban. Luego en el siglo XVIII las damas descubren que Farinelli en concreto y los castrati en general eran unos amantes espectaculares.
P: Y también los bufones de palacio, en concreto uno que pintó Velázquez, don Diego de Acedo.
R: Eran gentes de placer: enanos, gigantes, mujeres gordas. Tenían mucho predicamento en la corte. A Diego de Acedo el rey Felipe IV le llama “mi primo”. Era el encargado del sello real. Y era un grandísimo conquistador, parece mentira. De hecho se vio envuelto en un crimen pasional. Se lio con la mujer de uno de los gentilhombres del rey. En un ataque de furia, el marido mató a la mujer, en vez de a él. La fama de Diego de Acedo subió como la espuma por sus estragos sentimentales.
P: Otro amor llamativo fue el de Napoleón III y la actriz inglesa Harriet Howard.
R: Descubrí que Napoleón III llegó a presidente de Francia y luego a emperador gracias a ella, una mujer que le adoraba y que nunca le pidió nada ni le hizo un solo reproche. Además era muy avanzada para su época. La historia de cómo consigue que los periódicos hablen de Napoleón III es increíble. Lo hace con métodos muy modernos, puro márketing.
P: Y él, ya rey, se lo paga dejándola por Eugenia de Montijo. Pero Harriet no se lo reprocha.
R: Ella decía que había sido muy feliz porque había amado mucho. Normalmente si no te quieren eres muy desgraciada, pero ella no.
P: La novela tiene varios narradores, de acuerdo a cada época.
R: Sí. Son narradores tangenciales. En la época de Felipe II elijo un vendedor de sanguijuelas porque me llamó la atención que la medicina era una catástrofe. A Felipe II, el hombre más poderoso de la tierra, se le habían muerto casi todos sus hijos y enviudó varias veces. Con Felipe III, la narradora es una monja, porque la religión tenía un peso muy grande. Con Felipe IV, es Nicolasito Pertusato, el enano que sale en una esquina de Las meninas de Velázquez.
P: Y con Carlos II, el Hechizado, es la famosa Condesa D’Aulnoy, que decía que “la verdad no existe, sino lo que se cuenta”.
R: Era la posverdad, que se la había inventado ella (se ríe). Nada nuevo bajo el sol. Su Viaje por España (1679) fue un bestseller de la época. Todos los viajeros venían con ese libro bajo del brazo. Los historiadores le hacen muy responsable de la famosa leyenda negra. Todas esas historias tremebundas sobre España tuvieron una difusión muy grande.
P: Otros cronistas de los que te vales son el duque de Saint-Simon o Jean-Jacques Rousseau.
R: Yo detesto a Rousseau. Me parece uno de los personajes más funestos de la historia, culpable de esta sensiblería que llevamos encima hasta el día de hoy. Se le ocurrió la feliz idea de que el ser humano es buenísimo y que son las instituciones las que lo pervierten. De él procede es mejunje mental que es la sensiblería que nos corroe hasta el día de hoy. El Romanticismo fue una época funesta para la humanidad, y ahora vivimos un neorromanticismo en el que la gente confunde todo el tiempo la sensibilidad con la sensiblería. Es un desastre.
P: Uno de los últimos propietarios de la Peregrina fue lady Abercorn, a quien vendió la perla Napoleón III. Era muy amiga de la reina Victoria.
R: Se sabe que esta señora perdió la Peregrina dos veces en Buckingham. Le encantaba bailar y además la Peregrina no estaba perforada, con lo que se soltaba del canuto y cada rato estaban todos a cuatro patas buscándola. La reina Victoria, que era muy partidaria del espiritismo, creía que eran los elfos de palacio quienes robaban la Peregrina.
P: Después se la ofrecen a Alfonso XIII.
R: Su mujer, la reina Victoria Eugenia, ya en su vejez, se entera un día por el periódico de que la Peregrina sale a la venta. Se extraña porque piensa que la Peregrina la tiene ella. En la noticia explican que la Peregrina nunca ha sido taladrada. Y descubre que su perla sí lo está y que su marido le ha engañado una vez más. Alfonso XIII, que era de los maridos más infieles, cada vez que le ponía los cuernos a su mujer le hacía un regalito. Ella tenía una colección de joyas descacharrante, a la que llamaba “mis heridas de guerra”. Lo que pasó es que a Alfonso XIII le pareció muy cara la Peregrina. El joyero le ofreció otra perla y él se la regaló a su mujer diciendo que era la Peregrina.
P: La suerte de la Peregrina es un misterio tras Liz Taylor.
R: Solo se sabe que está en uno de los países árabes. Yo me pregunto: quién se compra algo tan monstruosamente caro para tenerlo oculto. Debe tener razones inconfesables. Richard Burton compró la perla por 37.000 dólares en 1969. En 2011 fue vendida en subasta por 12 millones de dólares.
P: Liz Taylor, como las reinas antes que ella, se valió de la Peregrina para resaltar su elegancia. Tú has escrito que el buen vestir “no es un asunto baladí” como puede parecer hoy en día.
R: Sí, escribí eso tras leer la bronca a un político británico por participar en una sesión parlamentaria vestido con un jersey rojo. La speaker explicaba que estaban representando al pueblo y que le debían un respeto. Esto no hubiera ocurrido en España. Meritxell Batet no se habría permitido el lujo de decirle a Pablo Iglesias o a quien fuera que iba mal vestido. Y si llega a ocurrir le hubieran tachado de fascista. Ahora te tachan de fascista por cualquier cosa. Hemos dado por aceptado que no hay reglas, ni formas ni decoro. A mi choca. En otros países no es así.
P: Algunos piensan que el hábito no hace al monje.
R: Eso es mentira. Un ensayista inglés explicaba que uno no se comporta igual en pantuflas que con zapatos de charol. Tu forma de vestir cambia tu personalidad. Tengo un amigo que tiene una casa muy bonita y tenía que dar una fiesta para su hija de 18 años. Estaba desolado porque se le iban a destrozar la vivienda. Y alguien le dijo; haz que los chicos se vistan de esmoquin y las chicas de traje largo. Solo con eso la gente se comporta.
P: También has escrito recientemente sobre Meghan Markle. Dices que su confesión es síntoma de una época, de la posverdad.
R: Escribí sobre Meghan Markle antes de que se produjera el fenómeno Rociíto. Es el mismo fenómeno. Una señora se sienta en un plató, empieza a llorar y dice que le han estado vejando durante muchos años, y entonces entra una ministra en directo, se solidariza con ella y ya nadie tiene que probar nada. Haces esta confesión pública y eso te da un plus de credibilidad y de impunidad. Puedes acusar a quien quieras sin tener que demostrar nada. Eso lo encuentro muy peligroso.
P: “No hay memo que cien años dure”, has llegado a decir.
R: (Se ríe) Estoy muy políticamente incorrecta últimamente porque todo es un disparate.
P: Es algo que denuncia Darío Villanueva en su último libro, Morderse la lengua, harto de la corrección política y la posverdad.
R: Sí, estoy leyendo su libro y me apasiona. Siempre me había preguntado cómo se habían producido estos dos fenómenos. Es sorprendente: es el momento de la historia con más personas educadas y bagaje intelectual que dicen más disparates.
P: “A más likes más verdad”, añades.
R: Sí. Es que hemos llegado a eso. La verdad no existe, se fabrica. Y si tienes muchos likes automáticamente la gente te cree. Darío Villanueva habla de la espiral de silencio: en una clase un profesor dice que es igual la música de los esquimales que la de Bach. La mayoría de los alumnos se lo creen sin pensar que es absurdo. Nadie les saca de su error. Es un disparate enorme. Ahora la teoría es decir que todas las culturas son iguales. Saul Bellow se preguntaba quién es el Tolstói de los zulúes y el Proust de los hotentotes.
P: ¿Y cómo afecta esto al feminismo?
R: Quienes más sufren los desastres de la defensa a ultranza de la mujer son las propias mujeres. Cuando la defensa que se hace es extravagante y ridícula, automáticamente los hombres piensan que las mujeres estamos todas locas. La Universidad de Granada propuso incluso cambiar los hombres de los meses; enero sería enera, febrero se convertiría en febrera, etc. ¡Pero qué vamos a solucionar con eso! ¿Por qué el Ministerio de Igualdad no se dedica a cosas más importantes como la conciliación de los horarios o la brecha salarial? Ese tipo de cosas sí ayudan a las mujeres.
P: ¿Cómo ves la política española en este momento?
R: Con verdadero estupor. Es como un circo de varias pistas. En una los enanos, en otra los trapecistas, en otra los elefantes, en otra los tigres. Ya no sabes dónde mirar. Estamos atónitos ante lo que estamos viendo.
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