«Una de mis espías favoritas es la gallega María la Balteira»
La escritora uruguaya visita Galicia por el lanzamiento de su último libro, «Licencia para espiar», un recorrido histórico de este «arte» en clave femenina
Carmen Posadas (Uruguay, 1953) creció en una familia de diplomáticos. Y se adivina algún rastro de esa infancia en su hablar pausado. Pasó su niñez en un caserón desde cuyas escaleras era sencillo cotillear lo que hablaban los mayores. «Siempre me he considerado una espía (…) Yo lo llamaba mirar a los grandes», escribe en la introducción de su último libro Licencia para espiar, un recorrido de casi 3.400 años donde narra las hazañas de las mujeres que han marcado la historia de este oficio.
Además de su curiosidad, Posadas se acercó de manera directa al mundo del espionaje cuando vivió en Moscú con su familia. «Más que James Bond, parecía una versión de Superagente 86. A veces los micrófonos se invertían y escuchábamos a los espías», se mofa.
En el libro, la autora nos lleva desde Jericó, con las historia de Rahab, pasando por la India, España, México, Moscú, hasta nuestros días, con la entrevista a dos espías reales, una en activo y una jubilada.
—El libro hace un recorrido histórico muy amplio, ¿cuánto tiempo le llevó la investigación?
—Este caso de este fue especialmente retador. Con las novelas históricas no se trata solo de los acontecimientos, sino también de generar una atmósfera de la época. Normalmente me centro en un solo siglo, pero en este caso abarcaba casi 3. 400 años. Aprendí mucho. Esa es la parte que más me gusta de escribir.
—¿Hay alguna espía que sea tu favorita?
—Una de mis favoritas es María la Balteira. Precisamente era gallega, una mujer muy libre para su época. Decide no casarse, se entrega a los caminos y se convierte en juglaresa. Tiene amores con Alfonso X el Sabio, quien le pide ayuda con una misión para conservar el trono, amenazado por los reyes árabes del imperio Al Andalus. Es extraordinaria.
—¿La seducción es una arma común?
—Es el sexpionaje. Cuando los hombres lo practican son James Bond, pero si lo practican las mujeres, suele tener otro nombre… Siempre se ha utilizado para obtener información. En la edad antigua eran populares las comedoras de veneno de la India. En el siglo XX y XXI sigue habiendo mujeres a las que entrenan desde niñas y las envían en misiones que tienen que ver con el sexo.
—En el libro relatas que cuando viviste en Moscú con tu familia os espiaron, ¿cómo fue esa experiencia?
—No entiendo qué secretos nucleares esperaban escuchar en la embajada de Uruguay. Más que James Bond, parecía una versión de Superagente 86. A veces los micrófonos se invertían y escuchábamos a los espías. Todo funcionaba muy mal.
—¿En algún otro momento tuviste miedo de que te espiaran?
—Cuando estuve casada con Mariano Rubio, gobernador del Banco de España, el mundo mediático estaba centrado en los temas económicos y existía una cosa que se llamaban los dosieres. Conseguían información sobre una persona y la utilizaban para chantajearla. Casi todo lo que decían era falso, pero era muy desasosegante pensar en que había personas espiándote e inventando mentiras.
—¿Cómo afectó a tu vida?
—Lamentablemente mi marido murió al poco tiempo. Yo creo que del disgusto de estar metido en estas historias horrorosas. Una vez que murió él, se acabó el espionaje.
—¿Nunca trataron de ficharte cuando viviste en Moscú?
—A mí no, a mi hermana Dolores sí la quisieron fichar, porque habla ruso y los idiomas son muy importantes. Ella estaba encantada hasta que se enteró de que su misión iba a ser escuchar Radio Moscú por horas. De todo esto no se habla en el mundo del espionaje. Hay una parte glamurosa, tipo James Bond, pero también hay muchas misiones burocráticas y grises muy importantes. Por ejemplo, la ciberseguridad, gente que se sienta frente al ordenador todo el día. Es complementario de las misiones de terreno.
—Si te lo hubieran propuesto, ¿te hubiera gustado?
—Hacer horas y horas con la radio me hubiera aburrido muchísimo, así que no. La modalidad que requiere ser valiente y meterse en la boca del lobo, a mí me parece que me iban a temblar las rodillas, así que tampoco. Es muy interesante, pero tiene mucho peligro y el precio a pagar es bastante alto. Tienes que estar abocada al silencio, mentirle a tu familia y amigos. Hay una parte de tu vida que nunca puedes compartir con nadie. Por ejemplo, una de mis entrevistadas nunca le contó a sus hijos, solo su marido sabía.
—¿La tecnología nos hace más susceptibles a ser espiados?
—Yo me entrevisté con dos espías. Ambas dicen que estamos rodeadas de espías, pero no solo Alexa o el móvil. Los servicios secretos tienen informantes: personas aparentemente normales que fichan para que den información: taxistas, o conserjes de hotel, ellos tienen acceso a mucha intimidad y conversaciones. A través de eso se descubren dramas terribles. Es un sistema muy eficaz.
—Tienes un ritmo de publicación impresionante, casi cada dos años tenemos noticias tuyas, ¿cómo haces?
—Es que no sirvo para nada más en esta vida. Para todo lo demás hubiera sido un desastre. Solo a eso me dedico. A eso y a mi familia, que por suerte es muy compatible. Nunca me voy a jubilar.
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