A los 70 aprendes a dosificar la energía y a no malgastarla en tonterías»
Hablamos con Carmen Posadas sobre su trayectoria vital en un momento de gran efervescencia: escribe una nueva novela y cuatro suyas se están adaptando para el cine.
ualquier momento es bueno para conversar con Carmen Posadas, quien atiende nuestro requerimiento con gran amabilidad en conversación telefónica. La escritora se encuentra en un momento espléndido en todos los sentidos, con numerosos proyectos sobre los que todavía no nos puede dar detalles, y, sobre todo, a nivel personal, feliz con sus espléndidos 70 años, sus dos hijas y sus cinco nietos a los que confiesa no querer malcriar.
Con una quincena de novelas publicadas, media docena de ensayos y decenas de cuentos infantiles, la ganadora del premio Planeta por Pequeñas infamias, nos habla con gran sentido del humor de su aprendizaje vital, de sus inquietudes espirituales y de los grandes retos del feminismo. La crónica social ha dado rendida cuenta de su vida sentimental, sus dos matrimonios, con el financiero Rafael Ruiz de Cueto y Mariano Rubio, quien fuera gobernador del Banco de España. La crítica literaria y sus lectores conocen de sobra su trayectoria, así que nuestro reto era conocer un poco mejor a la persona. Este ha sido el resultado.
Netflix acaba de estrenar la película Invitación a un asesinato, basada en tu novela homónima, ¿qué te ha parecido el resultado?
Ya sabes cómo son esas cosas… Cuando tienes una idea en la cabeza al verla en la pantalla nunca encaja exactamente con lo que has escrito o te has imaginado, pero soy muy consciente de que el cine tiene otro lenguaje y que no necesariamente las novelas tienen que parecerse a las películas. Creo que el guión está muy bien y hay algunas cosas que cambiaría, pero estoy contenta.
Hace unos meses veía la luz el libro Efecto Posadas, en el que se recopilan tus artículos periodísticos. ¿Te sigues sintiendo identificada con las opiniones que vertiste en ellos?
Cuando me propusieron publicar este libro pensé que iba a caducar como un yogur e iba a ser un espanto, que no iba a estar de acuerdo conmigo misma. Es cierto que algunos los suprimí porque se habían quedado obsoletos o porque hablaban de algún momento muy concreto y no tenían mucho sentido ahora. Hay que tener en cuenta que muchos están escritos hace más de veinte años y he llegado a pensar que era más lista antes… -responde entre risas.
En algunos de los artículos abordas el feminismo. ¿Por qué cada vez que sale esta palabra a relucir hay tanta controversia? Cuesta comprender, además, tantas peleas entre unas corrientes y otras.
A mí también me cuesta entenderlo. Mäs ahora que hay una mayor conciencia sobre el papel de la mujer, deberíamos estar todas remando en la misma dirección. Lo que pasa es que algunas de las remeras van un poco despistadas. Muchas de las iniciativas que tiene este feminismo furibundo, en lugar de ayudarnos nos perjudica. No sé sabías que la unidad de Igualdad de la Universidad de Granada sacó un calendario en el que cambiaba los nombres a los meses y enero pasaba a llamarse enera, febrero, febrera, marzo, marza… Y yo me pregunto en qué nos ayuda eso. Hay que poner el foco en otras cosas. Hay políticas que se agarran a estas bobadas porque es más sencillo proponer eso que solucionar los problemas reales de las mujeres: el techo de cristal, la igualdad de salarios y la conciliación.
Las distintas etapas de la vida
Este año has cumplido 70 años, ¿cuáles son las lecciones vitales más importantes que has aprendido y que te siguen siendo más útiles?
Cada década te regala algo… Por ejemplo, la de los 30 era como de mucha energía, me decía que «ahora o nunca» y que tenía que pelear por perseguir mis sueños. En los 40 tienes otros afanes… La de los 60 me gustó mucho, yo la llamo «la prórroga». A esa edad las cosas importantes ya están encarriladas, mis hijas están trabajando, les va bien en la vida, tienen su familia… Todas las obligaciones que nos hemos puesto las madres, repitiendo esa horrible frase de «tengo que», «tengo que ser la mejor madre, la mejor esposa, la mejor compañera, la mejor amiga», las has cumplido..
Es entonces cuando llega la prórroga y dices: «Ahora me toca a mí». En esa década pude hacer cosas que no había hecho hasta entonces, empecé a bailar tango, a dar clases de teología… Cosas que siempre me habían interesado. Ahora a los 70, que me costó… es una época en la que tienes menos energía, aprendes a dosificarla y a no malgastarla en tonterías. Enfocas mucho, dejas de hacer pavadas y te concentras en lo que verdaderamente merece la pena.
Decía Isabel Allende durante la promoción de su novela Violeta, ya cumplidos los 80, que no hacía planes de futuro y que exprimía cada segundo porque no sabía cuánto tiempo iba a poder estar lúcida y no caer en la decrepitud.
Me parece una buena receta. Desde luego que es el momento de decir: «¡Ahora o nunca!» -estalla en carcajadas.
En la vida aprendemos también a través de la mirada de quienes nos rodean. ¿Qué has aprendido y aprendes con la de tus dos hijas y tus cinco nietos?
Con mis hijas traté de sacar mi mejor yo, porque te sientes responsable de ellas, quieres que tengan lo mejor y eso te fuerza a hacer las cosas lo mejor posible. La verdad es que los nietos no me fuerzan a nada. Al contrario, me divierto mucho. Lo que trato es no malcriarles demasiado. Tuve una suegra que malcriaba a mis hijas horriblemente y no quiero caer en ese error. Soy abuela ga-ga, ma non troppo.
Dicen que con el paso de los años nos hacemos invisibles. Jane Fonda rompió un techo de cristal en este sentido con sus anuncios cosméticos y ahora Maggie Smith es la protagonista de una campaña de Loewe. ¿Estamos evolucionando bien en ese sentido?
Por suerte las cosas han cambiado mucho, entre otras cosas por un problema puramente demográfico. Creo que hay unas estadísticas que dicen que dentro de 50 años casi la mitad de los europeos van a tener más de 60 años o algo por el estilo. Somos tantos los viejos que no nos pueden obviar. No somos tan irrelevantes como antes, tenemos poder adquisitivo, tenemos ganas de hacer cosas y estamos muy activos. Somos un activo y no un pasivo.
Hay quienes sacralizan en cierta manera el dolor y creen que les ha hecho mejores personas, pero yo pienso todo lo contrario, ojalá poder ahorrárselo. ¿Estás de acuerdo con este planteamiento?
Sí, yo también pienso que me hubiera gustado ahorrarme lo malo, pero es verdad que el dolor es un gran maestro. Además, hay que escucharlo. Porque la vida te pasa lecciones todo el rato y como no las aprendas te las vuelve a pasar. Tropezarás otra vez en la misma piedra, así que más vale que aprendas.
Has escrito mucha literatura infantil, pero ahora se cumplen 40 años de la publicación de tu primera novela, Una ventana en el ático. ¿Te costó más el reconocimiento por ser una mujer guapa y de la jet set?
Cuando empecé no daba con lo que se suponía debía ser el prototipo de escritora. Ahora no hay prototipo de escritora, si te fijas no tenemos nada que ver una con otra, una es gorda, otra es flaca, una es guapa, otra es fea… No hay estereotipos. Cuando yo empecé sí, tenías que tener gafas, a ser posible el pelo blanco, usar boina y cosas por el estilo. Yo no daba ese perfil y no me tomaban en serio, me costó mucho.
La importancia de la espiritualidad
Lo has logrado porque tienes una carrera muy longeva en una industria en la que la mayoría de los más vendedores son presentadores de televisión.
Es como una plaga. Yo me pregunto que por qué todo el mundo quiere ser escritor o escritora. Es muy sorprendente, no lo puedo comprender. Escribir no da tanto dinero ni da tanto glamour, pero por una extraña razón, todo el mundo que tiene relevancia en otras áreas y en concreto los presentadores de televisión todos sienten la necesidad de perpetrar una novela. No lo entiendo pero es así.
Comentabas antes que estudias teología. ¿Eres creyente, encuentras un asidero en la fe?
Me definiría como una persona espiritual. Siempre he tenido una gran curiosidad sobre los temas religiosos. Además he pasado por todas las fases, de niña fui muy religiosa, luego me hice atea, luego budista, incluso fui a reuniones de los mormones, he leído el Corán… He tenido mucha inquietud por los temas espirituales y lo que más leo y leo mucho es sobre teología. Busco, busco y no encuentro, pero sigo buscando.
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