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Carmen Posadas convierte a Emilia Pardo Bazán en una detective privada

La culpa del último libro de Carmen Posadas la tienen una mosca y el juez del Tribunal Supremo Manuel Marchena. La escritora hispanouruguaya (Montevideo, 71 años) no tenía muy claro sobre qué escribir. En una cena el magistrado consiguió que le picara el gusanillo de la curiosidad y comenzó a pergeñar su última creación, El misterio caso del impostor del Titanic (Espasa). El magistrado le relató una historia sobre el hundimiento del mítico trasatlántico, un hecho que «fascina» a Posadas desde pequeña, y el presentimiento que tuvo Purificación Castellana de Peñasco, una rica e influyente mujer. Era abril de 1912 y doña Pura se disponía a almorzar cuando de repente vio un moscardón en su plato de sopa. Ella se lo tomó como un mal augurio sobre su hijo Víctor, de luna de miel. El servicio y sus allegados, como Emilia Pardo Bazán, le quitan hierro al asunto. Le aseguraban que su descendiente no iba a correr riesgos y, sobre todo, le había prometido que no iba a viajar en barco, porque eso aterraba a su madre. Pero sus palpitaciones se confirmaron. Su hijo y su nuera se embarcaron en el barco más lujoso y seguro del mundo, el Titanic. Él fue uno de los pasajeros y tripulantes, cerca de 1.500 personas, que perecieron; su nuera sobrevivió.

Diez años más tarde, una mujer asturiana entra en contacto con el detective Ignacio Selva para decirle que su hermano, un indiano millonario afincado en Cuba, ha aparecido en su casa de La Habana después de haber sido dado por muerto en el Titanic. Era raro, porque en el barco solo murieron tres españoles de los trece que iban a bordo. Selva pone el caso en conocimiento de Pardo Bazán, quien dirigirá la investigación para descubrir si es verdad o todo es un montaje. Posadas recuerda que la escritora gallega era «una amante de la crónica negra». «Llegó a entrevistar a la asesina de la calle Fuencarral, en Madrid», apunta. Este crimen ocurrido en 1888 conmocionó a la sociedad: Higinia Balaguer apuñaló hasta la muerte a su señora, Luciana Borcino, viuda de Vázquez Varela, además de robarla e intentar quemar su casa. Murió por garrote vil. Un caso que siguió la prensa del momento con todo lujo de detalles. Por esta afición, Pardo Bazán, «una mujer muy fea pero que causaba estragos entre los hombres», se puso como objetivo superar a Arthur Conan-Doyle y crear un «detective mejor» que Sherlock Holmes. Así nació Selva, basado en un amigo gallego de la escritora y protagonista de su única novela noirLa gota de sangre. Ahora, Pardo Bazán y su hijo literario son los sabuesos en busca de impostores, algo «habitual» después del naufragio. Como también lo fue la compra de cadáveres para sustituir a los familiares muertos, darles un entierro digno y evitar problemas. Porque si no había cuerpo, «no se podía heredar en veinte años ni las viudas podían casarse durante ese tiempo», explica la autora.

Cambio de época

A Posadas todavía le sorprende que las jóvenes generaciones, como su nieto Jaime, sientan la inquietud de saber más sobre la catástrofe que se cobró la vida, sobre todo, de pasajeros de segunda y tercera clase. El hecho de que solo los ricos sobrevivieran causó impacto y fue el inicio de un cambio social. «Poco después llega la Primera Guerra Mundial y las trincheras, donde se mezclaron clases sociales que antes ni se conocían», explica. «Y después del conflicto, solo quedaban viudas que tienen que ir a trabajar. Pero no lo pueden hacer con esas faldas que les llegan hasta el tobillo. Tienen que ir recortándola hasta las rodillas en la década de los veinte», reflexiona la novelista, que considera su libro un «homenaje a las novelas de principios del siglo XX».

Una época donde la emigración a América era una cosa habitual en todas las casas de España. Una inmigración que se vio favorecida por la pobreza de España y el fin de la esclavitud en Cuba. Los terratenientes de la isla necesitaban mano de obra barata y buscaban jornaleros en los pueblos, prometiendo una mejor vida. «La única diferencia con la esclavitud es que firmaban un contrato leonino de cinco años. Muchos morían por el trabajo o las enfermedades», señala Posadas, que recuerda que cuando era niña en Uruguay conoció a dos primos españoles inmigrantes. «Una de ellas había llegado con 14 años en barco. Sola. Eso ahora es impensable», concluye.


The blame for Carmen Posadas’ latest book lies with a fly and Supreme Court Judge Manuel Marchena. The Hispano-Uruguayan writer was not very clear about what to write. The magistrate, at a dinner, sparked her curiosity and she began to sketch her latest creation, ‘The Mysterious Case of the Titanic Impostor’ (Espasa). The magistrate told her a story about the sinking of the Titanic, an event that “fascinates” Posadas since childhood, and the premonition that Purificación Castellana de Peñasco, a wealthy and influential woman, had.

It was April 1912 and Mrs. Pura was about to have lunch when she suddenly saw a horsefly in her soup. She took it as a bad omen about her son Víctor, on his honeymoon. The service and her close ones, like Emilia Pardo Bazán, downplayed the matter. They assured her that her descendant would not take risks and, above all, had promised not to travel by ship because it terrified his mother. But her palpitations were confirmed. Her son and daughter-in-law boarded the world’s most luxurious and safe ship, the Titanic. He was one of the passengers and crew, nearly 1,500 people, who perished; his daughter-in-law survived.

Ten years later, an Asturian woman contacts detective Ignacio Selva to tell him that her brother, a wealthy indiano settled in Cuba, appears at her home in Havana after being presumed dead on the Titanic. It was strange because only three Spaniards died on the ship out of the thirteen on board. Selva informs Pardo Bazán about the case, who will lead the investigation to discover if it is true or all a setup.

Posadas recalls that the Galician writer was “a lover of crime reporting.” “She even interviewed the murderer of Fuencarral Street (Madrid),” she notes. This crime occurred in 1888 shocked society: Higinia Balaguer stabbed to death her lady Luciana Borcino widow of Vázquez Varela, besides robbing her and attempting to burn down her house. She died by garrote. A case that was followed by the press at the time with great detail.

For this passion, Pardo Bazán, “a very ugly woman but who caused havoc among men,” set out to surpass Arthur Conan-Doyle and create a “better detective.” Thus Selva was born, based on a Galician friend of the writer and became the protagonist of her only ‘noir’ novel: ‘The Blood Drop’. Now, literary mother and son are sleuths in search of impostors, something that was “common” after the wreck. It also became normal to buy corpses to replace deceased relatives, give them a decent burial and avoid problems. Because if there was no body, “you couldn’t inherit in twenty years nor could widows remarry during that time,” explains the author.

Change of era

Posadas is still surprised that current generations, like her grandson Jaime, feel an urge to know more about the catastrophe, which claimed mainly second and third-class passengers’ lives. The fact that only the rich survived was a shock and marked the beginning of social change. “Shortly after comes World War I and trenches where social classes mixed who hadn’t known each other before,” she explains. “And after the conflict, only widows remained who had to work. But they couldn’t do it with those skirts reaching their ankles. They had to shorten them up to their knees in the twenties,” reflects the novelist who considers her book a “tribute to early 20th-century novels.”

A time when emigration to America was common in every household in Spain. An immigration favored by Spain’s poverty and Cuba’s end of slavery. The island’s landowners needed cheap labor and sought day laborers in villages promising a better life. “The only difference with slavery is they signed an oppressive five-year contract. Many died from work or diseases,” notes Posadas who recalls meeting two Spanish immigrant cousins when she was a child in Uruguay. “One had arrived at 14 by ship. Alone. That’s unthinkable now.”

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