Carmen Posadas había estado en Sigüenza sólo una vez, siendo aún una niña. “Me parece espectacular, no conocía el castillo, y al entrar, me he quedado helada. Hay unas chimeneas en las que que uno se puede meter dentro. Solo falta el fantasma. De aquí sale un cuento seguro”, decía entusiasmada en el Parador, antes de anunciar que visitaría El Doncel, como haría después.
Así se expresaba instantes antes de protagonizar la primera velada literaria seguntina de 2018, una iniciativa del Ayuntamiento y Paradores en la que, una vez al mes, un escritor charla con sus lectores en la ciudad, y de la que participan también estudiantes.
Fue la concejala de Cultura, Sonsoles Arcones quien introdujo la tertulia con la escritora, Carmen Posadas, dando la bienvenida a los representantes de los centros escolares de la localidad, instituto y SAFA, y también a la librería Rayuela, que igualmente se suma a la iniciativa.
Como en anteriores ocasiones, el director de comunicación de Paradores, Ramón Ongil, condujo una animada charla, que presenciaron, en formato abierto, cerca de sesenta personas, entre las que se contaba el alcalde de Sigüenza, José Manuel Latre, en el salón del Trono del Parador.
Enfrascada ahora en la escritura de su próximo libro, Carmen Posadas confesó en Sigüenza que, pese a que nació un viernes trece y, por lo tanto, no es supersticiosa, “solo tengo una: no hablar de un libro que aún no existe”. La escritora sólo avanzó que una parte de la trama sucede en el presente, otra en la transición y una tercera en los años cincuenta.
De la novela de la que sí habló ampliamente con Ramón Ongil fue de la última que ha publicado: ‘La hija de Cayetana’. Y lo hizo, en primer lugar, sobre el lenguaje utilizado; especialmente el de los diálogos. “En muchos libros, incluso obra de algunos autores muy reconocidos, todos los personajes hablan igual. Una niña de quince años tiene el mismo vocabulario y expresiones que un señor de ochenta, o que un extranjero. Me parece irreal. Por eso mi reto fue que mi novela sonara como si hablaran en ella personajes del siglo XVIII, con sus giros característicos y cada uno de acuerdo con su cultura, o su edad. Iba a todos lados con mi libretita, pescando al vuelo palabras que pudiera usar, pero que la gente entendiera”.
Periodista y escritora hablaron sobre poesía, y sobre la predilección de Carmen Posadas por San Juan de la Cruz porque, pese a ser una ávida lectora de versos, “la poesía se me atraganta. No me he atrevido a escribirla. Escribir poesía sin saber métrica, es tanto como ponerse a pintar un óleo sin saber dibujar”, dijo.
En ‘La hija de Cayetana’ describe a la duquesa de Alba como bailona, chulapa, encantada de llamar la atención y poco preocupada por las apariencias, “algo que parece marca de la casa en ese título nobiliario”, afirmó Ongil. “Sin embargo, la duquesa de Alba que hemos conocido, y la de Goya no tienen una gota de sangre común. Mi duquesa, la del siglo XVIII, no tuvo hijos. Esa fue una de las razones por la que adoptó a una niña negra, María de la Luz. Con ella se extinguió la casa de Alba de los Alvarez de Toledo, pasando entonces al hijo de una prima segunda, casada con un Fitz-James Stuart, que pese a lo rimbombante del apellido, lo que en realidad quiere decir es hijo bastardo de James”, afirmó, con un sentido del humor del que ambos contertulios hicieron gala toda la tarde.
El director de comunicación de Paradores afirmó que Carmen Posadas había sido una magnífica atleta, “pero de las que gustaba de practicar deportes completamente inútiles, como en netball, el antecesor del baloncesto”, puntualizó la escritora. También fue una consumada especialista del hockey sobre hierba y una gran corredora. “Ahora hago abueling, un deporte de riesgo, bailo y también una tabla de gimnasia, corta, pero que no me salto ni un solo día del año”, afirmó.
Asimismo, Carmen Posadas reveló en el gran salón del Trono del Parador ser una mujer tremendamente tímida, e incluso insegura. “Si estoy sentada delante de ustedes, se debe a mis defectos, empezando por el de ser una niña acomplejada y tímida, la fea en una familia de guapos, algo que me condujo a ser escritora”, dijo.
En cuanto a sus hábitos de trabajo, Posadas dijo que pese a que los literatos tienen fama de ser desordenados, eso sólo es cierto para los poetas de la época de Rimbaud. “Desde entonces, los escritores somos como oficinistas. Es cierto que los hay con distintos horarios, noctámbulos; Sanchez Dragó, por ejemplo, ha confesado en alguna ocasión que se acuesta a las siete de la tarde y se pone el despertador a las tres y media de la mañana para escribir cuando nadie le molesta. Yo soy diurna. Hago la tabla de gimnasia de la que hablaba antes, y después, trabajo hasta la hora de comer. A mí, la cabeza me funciona peor por la tarde, y a las doce de la noche me convierto en calabaza”, dijo. En cuanto a las musas, se mostró de acuerdo con la cita que las califica como un 1% de inspiración y un 99% de sudoración. “El talento nace de la disciplina. Es cierto que, a veces, en el momento más insospechado, llega una idea sensacional. En todo caso, yo procuro no tenerlas cuando no las puedo apuntar en mi libretita, porque las pierdo. El impulso no viene cuando tú quieres, pero hay que trabajarlo horas y horas”.
También contó en Sigüenza que ‘La hija de Cayetana’ llega tras un fracaso estrepitoso. “Escribía otra novela, la biografía de María Bonaparte, sobrina nieta de Napoleón y discípula de Freud. De hecho, lo salvó de las garras de los nazis. Mientras trabajaba en ella, notaba que no funcionaba. Y en estos casos, no hay que hacerle caso a la cabeza, ni al corazón, sino al estómago. El estómago siempre tiene razón. Escribía la biografía de una discípula de Freud. Y no te puedes poner en la piel de alguien que piensa tan distinto a ti. Freud siempre me pareció un embaucador. Así que apreté la tecla de borrar. Pensé en el famoso bloqueo del escritor. Entonces, una amiga me contó que la duquesa de Alba tuvo una hija negra. Y 516 páginas después, aquí está ‘La hija de Cayetana’”.
Por último, y entre otras muchas cosas, habló de la cocina, de su gusto por el picante, e hizo una atinada comparación entre el amor y el suflé. “Si tienes mucha prisa, se quema; si vas despacio, se queda crudo. Es un rayo divino, que viene y va. Aunque también hay quien dice que, como el de escritor, es un oficio, y que hay trabajarlo cada día”.