El Orgasmo es mío
Uno de los efectos más curiosos de esta época ricachona que hemos vivido, hasta que la crisis asomó su negra patita, es la proliferación de estudios sobre los temas más diversos. A veces estos se realizan con muy poca base científica, como uno que circula por internet según el cual el 86 por ciento de los varones encuestados online reconocen disfrutar más del sexo si hace el amor con parejas intelectualmente inferiores a ellos. En cambio, y según la misma encuesta, las mujeres que se acuestan con hombres más inteligentes dicen alcanzar el orgasmo con más facilidad que si lo hacen con un tonto. Como ya es sabido, internet es una herramienta maravillosa pero se presta también a la divulgación de “noticias” tan extravagantes como esta. Otras que también circulan por la red, en cambio, son igualmente difíciles de creer aunque vengan respaldadas por estudios serios. Por ejemplo, según nada menos que la Organización Mundial de la Salud, en el mundo se producen 100 millones de actos sexuales cada 24 horas, lo que viene a corroborar la afirmación del famoso zoólogo Desmond Morris de que el hombre es “el primate más sexy del mundo”. Al decir hombre Morris posiblemente se refería solo al sexo masculino, porque según otra estadística igualmente seria, solo el 25 por ciento de las mujeres experimentan un orgasmo durante el acto sexual (¿¡!?) y entre el 5 por ciento y el 10 por ciento no llega a experimentarlo jamás. Debo decir que me he quedado de piedra al leer estas últimas cifras, y no salgo de mi asombro, pero aún hay más datos curiosos. Según la historiadora de la ciencia Elizabeth Lloyd, el orgasmo femenino es un subproducto de la evolución puesto que, a diferencia con el del hombre, “no existe relación entre orgasmo y fertilidad”. Dicho todo esto, y en un estado de estupefacción parecido al suyo, amable lector, leo también que Lloyd intentó explicarse en su página web después de recibir miles de ataques furibundos en forma de mensajes argumentando lo siguiente: “Quizá debí prestar más atención a cómo reaccionarían las mujeres al llamarlo “subproducto evolutivo”. Quizá su miedo provenga del hecho de que proporciono una razón a los hombres para no tomar nuestros orgasmos en serio”. No seré yo quien cuestione los hallazgos científicos de la señora Lloyd, pero me parece necesario señalar que ese miedo que ella menciona está más que justificado. Y para demostrarlo basta recordar cómo ha sido tratado el orgasmo femenino a lo largo de la historia por las distintas culturas. Recordar por ejemplo los tabúes, tropelías y abusos a los que ha dado lugar. Hablo de la escalofriante estadística que recoge, por ejemplo, que el año pasado más de 80 millones de niñas y mujeres africanas sufrieron ablación de clítoris. Hablo también de la increíble circunstancia de que, a pesar de que ya en tiempos de Galeno se conocía la anatomía del clítoris, este no fue “redescubierto” por la ciencia hasta 1559, cuando el médico italiano Realdo Colón lo asoció al orgasmo femenino. Como digo, no es mi intención enmendarle la plana a la señora Lloyd ni cuestionar tampoco las sorprendentes estadísticas que acabo de enumerar por muy inverosímiles que parezcan. Lo único que me gustaría señalar es que hay cosas que se pueden explicar muy bien apelando al sentido común. Yo no creo que el tabú o el miedo al placer femenino provenga de que, antropológicamente hablando, nuestros orgasmos sean un “subproducto de la evolución”. Me parece más lógico atribuirlo a algo mucho más sencillo e igualmente antropológico. Me refiero al miedo ancestral de los varones a que sus hijos no fueran suyos sino de otro. De ahí la represión, de ahí la ablación, de ahí, sin duda, toda la demonización de la mujer. Durante siglos nosotras hemos sido víctimas de la incapacidad del hombre de saber si un hijo era suyo o no. Así de fácil, así de injusto. Afortunadamente, ahora, gracias a las pruebas de adn, dichos tabúes y temores empezarán (muy) lentamente a desaparecer y dentro de poco las mujeres podremos por fin decir alto y fuerte: el placer –y el orgasmo– es mío.
(¿Que solo el 25% de nosotras alcanza orgasmo durante el acto? ¡Anda ya!)