Entrevista en CatalunyaPress

Las novelas de Carmen Posadas tanto las históricas cómo las que se acercan al suspense desprenden algo de delicadeza y de fluir, rasgos que caracterizan a la escritora que sabe ser discreta y moverse en todos los terrenos. Ahora presenta ‘La Maestra de títeres’ una ficción contada a través de tres miradas distintas y ambiantada en tres épocas distintas de España, la franquista, la tardo-franquista y la demócrata en donde la historia se mezcla con el suspense, la socialité con las altas esferas políticas, la censura, los maquis,… un retrato de cómo ha cambiado este país con un final sorprendente.

¿Cómo llegó la inspiración?

Leyendo ‘La feria de las vanidades’ está el personaje de Becky Sharp que sin ser nadie llego a ser alguien en la corte de Inglaterra y el libro cuenta 50 años de la vida inglesa. Entonces pensé que si se hiciera ‘La feria de las vanidades’ en el mundo actual, Becky Sharp sería un personaje de las revistas del corazón, que suelen personajes que no tienen ninguna formación especial, no suelen tener ningún mérito y allí están y viven de eso. Pero necesitaba un antagonista y cree el personaje de su madre. Una, es cerebral, maneja todo, la otra tiene más conciencia social e integra. Y luego saqué la tercera generación.

¿Querías que fuera mujer, entonces, la que contara esta historia de 50 años de España?

Yo no quería que fuera una novela femenina.

No parece que lo sea.

Gracias. Porque mis personajes favoritos son hombres como Yañez de Hinojosa y Antonio, un hombre integro.

Quería huir de la novela de mujeres, escrita por mujeres, protagonizadas por mujeres, escrita para mujeres… porque me aburren mucho la verdad.

De hecho, las mujeres aparecen como las más calculadoras…

Quería hacer mujeres reales. Ahora está de moda decir que nosotras somos buenísimas y los hombres malísimos… Y no me interesa, como no me interesa hacer novela feminista. Si te fijas, ahora parece que hubo una feminista en todas las épocas, resulta que había una en Grecia, otra en Roma… Y la realidad no es así. Quería hacer mujeres de carne y hueso, no ficticia.

Casi es más un thriller, una intriga, un suspense de sus vidas.

Y el final es muy de thriller, que no lo vamos a contar. Y eso que yo cuando empiezo a escribir libros no sé que va a pasar. Empecé con la primera frase que abre el libro y que es “Ayer maté a mi madre y no sentí nada” y dije allá que voy y a partir de allí empiezo a tejer la historia. Y cuando llegué al final pensé ¿cómo acabo esto? Porque en el libro abro muchas ventanitas e historias y como lectora me molestan muchos los finales estúpidos. Y trabajo mucho los finales. Pero en este me quedé bloqueada hasta que llegó este final, que no podemos contar. Pero de lo que estoy más orgullosa es del final.

El final es un thriller, pero en la novela hay mucho contenido de la historia real de España.

Hay cosas que me han contada, como la existencia del ‘Tontódromo’, donde si eras chica no podías entrar en un bar ni si quiera para ir al baño, una cosa terrible… Esas son historias que me contó mi madre porque yo no las viví, o amigas de mi madre. Hay otras cosas que he vivido o que he sacado de libros de historia. Como la historia de Jorge Semprún, en aquel momento el hombre más buscado por el franquismo y sentado con un jersey rojo en la cafetería más centríca de Madrid. Y eso se lo escuché como lo contaba Javier Pradera que estaba él, con Goytisolo y Semprún. Pero como Semprún era un señorito nadie lo molestaba, pero si eras antifranquista y de la clase obrera, te apresaban y lo mínimo que te podía pasar es que te volaran tres dientes.

Tenía que contar cosas reales, pero ese tipo de cosas existían, como el encuentro de Lola Flores y las fiestas en casa de Pitusa.

Y eso debía contarse. Porque en aquella España que todo era en blanco y negro ese tipo de juergas existían y además eran épicas.

Eso es lo fascinante como se escondían de todo lo que no estaba prohibido, pero lo hacían.

Sí. Y es que en esa España tu podías hacer lo que quisieras, en el fondo, siempre que no dieras la campanada, porque de puertas adentro pasaba de todo. Como los matrimonios de la época, que no es que estuvieran arreglados pero sí teledirigidos. La gente no se quería tanto y cada uno hacía su vida tratando de no hacer escándalo.

Hablas de esa España en blanco y negro de la alta sociedad pero también de la otra parte.

Me interesaba contar también cómo era la oposición a Franco, cómo vivía la oposición franquista, cómo vivían los topos, esas personas que se pasaban 15 años viviendo en un armario… ¡Esas personas existían y vivían en Madrid! Y me interesaba ese retrato.

Y esta novela usa a esos tres personajes femeninos para contar estas historias.

Hay momentos, por eso, que el lector piensa que hay mucha historia autobiográfica e incluso de personajes reales de las revistas. ¿Es así?

Lo que hice fue un mix. Primero porque coger un personaje concreto me parece muy barato y muy fácil. Entonces lo que hice fue tomar de una sus maridos, de otros personajes igual su aspecto físico… Y tiene muchas cosas de mí. Porque tanto Ina como Beatriz llegan a España a los 18 años, yo llegué un poco más joven, y sé muy bien qué es ser la nueva del colegio, la que viene de fuera cuando había muy pocos extranjeros y te miraban como a un bicho raro.

Para esta novela ha sido muy importante mi mirada, como la que he tenido, de outsider en otra época de mi vida.

¿Entonces ha habido trabajo de documentación?

Sí. Y ha sido mucho más difícil documentarse para esta novela que para la anterior que pasaba en el siglo XVIII. Porque si meto la pata en algo sobre ese siglo se va a dar cuenta algún historiador, pero si meto la pata en algo de los años 50, mucha gente se va a dar cuenta.

Entonces leí libros de historia y revistas de la época, para saber como vestían, donde iban, qué tomaban…

La sutileza con la que escribe y describe a sus personajes a veces da una sensación casi de nostalgia de esos personajes de la socialité de aquella época.

No, nostalgia no. Pero quería ser lo más objetiva posible no quería que se trasluciera lo que yo pensaba. Cuando hablas de los años 50 no contentas a nadie. Los de derechas van a decir que eres una roja y los de izquierdas que eres una facha. Por eso, para que no se note, he intentado que cada personaje defendiera su postura. Y que sea el lector el que saque sus conclusiones.

Pero tienes un personaje como Yáñez de Hinojosa que era franquista y después el más progre.

Sí, es el personaje en el que uno ve como ha ido cambiando España. Porque él empieza con un bigote franquista, en el Mayo del 68 va con libros de Sartre debajo del brazo, más adelante se hace monárquico y luego demócrata, lo que haga falta. Muy acomodaticio.

En la novela mezclas personajes de la revista del corazón, anécdotas de la socialité, con la lucha antifranquista, la represión, la dificultad de abortar en esa época… ¿cómo ha sido conseguir ese equilibrio y sutileza para encontrar el tono?

Mi manera de escribir siempre ha sido muy inglesa. Mi mayor influencia literaria ha sido la novela inglesa. Entonces, Evelyn Waugh que hizo ‘Retorno a Brideshead’ dijo “la única forma de hablar de las cosas serias es hacerlo en broma’ y a mi me pareció estupenda. Entonces tu aquí estás hablando de adulterios, de abortos, de represión… pero siempre con humor. Entonces esa mirada más inglesa, más distante es mi forma de escribir, no tan española, que nosotros solemos cargar más las tintas y llevarlo a la caricatura.

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