Entrevista en La Nación
«Aprendí de Dickens a dibujar a los personajes secundarios»
Premio Planeta, autora de éxito desde finales de los años 80, especialista en literatura infantil, pero también en novela intimista, Carmen Posadas ha reflexionado con otros escritores sobre el boom del género en el I Encuentro Internacional de Novela Histórica de Valladolid.
Ella misma se ha aproximado a un personaje histórico, la española Teresa Cabarrús, que tuvo con ver la muerte de Robespierre, en plena Revolución Francesa, en la novela La cinta roja (Espasa).
– ¿Teresa Cabarrús era una Pimpinela Escarlata española?
– Algo de eso había: salvó a miles de personas de la guillotina, pero no sólo. Fue una mujer fascinante de azarosa biografía: encarcelada durante el Terror, rescatada por Tallien, que luego sería su marido; de belleza legendaria, con varios amantes, posteriormente madre de diez hijos
– ¿No era algo trepa?
– Sus detractores le acusan de eso. Era hija del conde español Francisco Cabarrús, ministro de finanzas de José Bonaparte, y decían que hizo del arribismo su religión. Pero, a la vez, jugó un papel clave en la muerte de Robespierre y salvó a muchos inocentes de una muerte segura.
– ¿Qué le interesó más del personaje: la faceta intimista, la colorista, la política?
– En una novela histórica debe haber un poco de todo eso, y de forma equilibrada. Me ha interesado mucho el marco de la Revolución y las relaciones de poder. Pero el drama interior me atrae más. De novelas como Guerra y paz de Tolstoi, me interesa más la paz que la guerra.
– ¿Escribirá más novela histórica?
– De hecho ya había probado el género -hasta cierto punto- con La bella Otero (2001), la española que enamoró al kaiser Guillermo II, que prontó será adaptada al cine. Pero, en principio volveré a otros asuntos. La histórica requiere una documentación ardua -me llevó tres años, preparar La cinta roja-.
– Pero tiene un gran tirón…
– Porque engancha bien al lector. Eso sí, hay que huir de sus tres vicios
– Que son…
– Caer en el ensayismo (si quieres desarrollar una tesis no hagas novela); hablar del pasado desde la óptica del presente (no tiene sentido presentar heroínas feministas de épocas en las que eso no se le pasaba a nadie por la imaginación); y perderse en largas descripciones.
– Sin embargo, Scott y Dumas se perdían…
– Eso era hace casi 200 años, cuando la gente tenía menos memoria visual que ahora. Hoy no tiene sentido describirles del mundo, porque ya lo han visto en imágenes. Es mejor describirles sonidos, olores y tacto…
– ¿Qué cualidad destacaría de un novelista?
– La empatía. La capacidad de sintonizar con el lector o, mejor dicho, de que este se sienta identificado, por ejemplo con los personajes. Eso lo hacía muy bien Charles Dickens, dibujando a personajes secundarios que parecían reales. en novelas como Historia en dos ciudades, u Oliver Twist. He aprendido mucho de él.
– ¿Sus novelistas históricos preferidos?
– Sin duda Robert Graves con Yo Claudio. Logra ese equilibrio, difícil, entre ficción y rigor, entre el artificio literario y la realidad de personajes que vivieron realmente. No todos lo logran…
– Por ejemplo
– Marguerite Yourcenar, con Memorias de Adriano. Me parece una magnífica novela, subyugante, lograda, pero la Historia no le interesa…