Entrevista en La Razón
«No creo en las cuotas porque es como si nos considerasen más torpes»
La autora, que acaba de publicar «Hoy caviar y mañana sardinas», confiesa que «ser abuela es lo mejor que me ha podido pasar en la vida»
MADRID- Acaba de ganar el Premio Sent Soví de literatura Gastronómica con el libro «Hoy caviar y mañana sardinas» (RBA) que ha escrito al alimón con su hermano Gervasio. Se trata de una suerte de memorias gastronómicas donde novelan el devenir de la familia Posadas a través de los recuerdos de su madre, embajadora de Uruguay en lugares tan dispares como Madrid, Londres o Moscú. Carmen Polo, Manuel Fraga, el Marqués de Araciel, Jaime de Mora y Aragón, Luis Miguel Dominguín o la reina de Inglaterra, desfilan con «impunidad» por las páginas de este libro que ha nacido con vocación de desdramatizar la vida de la alta sociedad. A las tres en punto de la tarde del día de la mujer trabajadora, tocamos al timbre de Carmen Posadas, quien, vestida con una franca amabilidad, se aviene a adjetivar el mundo durante un par de horas, con nosotros.
-¿De quien fue la idea de un libro a medias con su hermano?
-Yo tenía ganas de escribirlo desde hacía tiempo. Quería contar lo que ha sido nuestra vida, porque nos han pasado cosas muy pintorescas. Para ello, hemos sumado las notas que mi madre apuntaba en su cuaderno de hule -y que hubiera querido publicar bajo el título de Payalsta, que significa ¡Por favor!, en ruso-, que era un anecdotario de su vida como mujer de diplomático. Y sobre esa base, hemos añadido recuerdos míos y de Gervasio y lo hemos escrito a medias, aunque las dos voces narrativas sean la de mi madre y la mía.
-¿Cuánto hay de verdad y cuánto de fabulación? Porque su madre parece una suerte de Harry Potter de los sesenta, multiplicando caviar y langosta…
-Todas las anécdotas, menos una, son reales. Lo cierto es que era una mujer muy imaginativa y resolutiva… Si a eso le sumamos que Uruguay tenía un presupuesto muy reducido para su embajada ahí encontramos la respuesta para su ingenio: Pastel de falsa langosta, suflé de queso -baratísimo- pero con un nido de hilos de caramelo y dentro un pajarito. Platos que costaban baratísimos y que fascinaban a los comensales.
-En buena parte, el libro resulta ser la memorias del la jet del tardofranquismo.
-Lo dices porque aparecen todos, ¿no? Pero es cierto: fueron a la boda de la nieta de Franco, asistían a fiestas en las que Dominguín le hacía chicuelinas a Déborah Kerr… iban y venían personajes como Jaime de Mora y Aragón, Omar Sharif, la Princesa Soraya…
-Y de todo aquello, ¿cuál es la anécdota que se le ha quedado grabada a su madre?
-No olvida el día que hizo «striptease» ante la reina de Inglaterra, en Buckingahm Palace. Antes de ir, les habían mandado a dos personas para que les instruyesen en la forma correcta de moverse: dos pasos adelante, reverencia, tres atrás, ¡aquello era la yenka! Y mi madre iba tan preocupada de no olvidar nada, que cuando todo termina, y está frente a la reina, se relaja, y se produce un enganchón con una fina cadenita que llevaba el vestido. Total, se quedó en ropa interior de cara a la reina, quien, con mucha flema le dijo: «No se preocupe, son accidentes laborales».
-Del Madrid de los sesenta al Moscú de Breznev y, de ahí, al Londres de la década «Lady Di»… ¿Qué le ha quedado en el paladar?
-Las subidas y bajadas de la vida diplomática. Porque un día estás tomando caviar en el Kremlin y al día siguiente estás pegando sellos en una oficinucha africana.
-La residencia que tenían en Madrid, era como un «Aquí no hay quien viva» en versión «cool».
-No se me había ocurrido, pero es cierto: vivía Vallejo Nájera, los dueños de Campofrío, los padres de Lorenzo Caprile, el ministro de la Gobernación Camilo Alonso Vega…
-Y en Moscú se integraron a la perfección
-Mi hermano fue «pionero» del PCUS y yo llevé el ramo de novia a la estatua de Lennin.
-Esto sin hablar de una casa llena de espías y ratas por todas partes…
-Era una gran potencia mundial, pero todo era como un gigante con los pies de barro, y eran como de la TÍA -de Mortadelo: agentes que metían la pata, micrófonos que se veían y oían… Era como un juego «pactado», muy infantil
-El plato principal de su boda fue oso… ¿o es una boutade?
-En la economía planificada, sólo comes lo que te ofrece el mercado… En las fechas de mi boda, había superávit de oso. Mi madre hizo de la necesidad virtud preparando una puesta en escena con un strogonoff de oso marinado durante días, servido con una cabeza de oso en la mesa.
-Y ya en Europa, ¿cómo fue «lo suyo» con el Príncipe Carlos?
-Pues, sin paños calientes me pareció un imbécil de marca mayor. Le conocí durante una recepción para el cuerpo diplomático. Iban todos saludando, de forma pautada, por estricto orden de protocolo. Llevan la lección aprendida y siempre dicen lo mismo. Pero ese día, no sé qué se había tomado el príncipe, que se salió del guión y le preguntó al embajador de Bolivia que estaba a nuestro lado: «¿Viene del país de la cocaína?», y el boliviano, no se cortó un pelo, y le respondió: «Sí, ¿su alteza lo ha probado?»… En ese momento aparecieron dos secretarios y se lo llevaron hacia delante. Después, se acercó a nosotros y nos preguntó «¿uruguayos?, ¿del país de la carne?: ¡Sois los auténticos feefeater! De todo punto: idiota. En aquella época, Lady Di, estaba muy delgadita, era la época de sus trastornos alimentarios.
-En un día como hoy, mejor no hablar de política, pero me gustaría saber si tenía afinada su papeleta o se ha movido a golpe de campaña y debate.
-Estoy bastante abierta a cambiar de opinión. He estado dudando porque ninguno de los dos candidatos me convencía, en medio de este bipartidismo en el que estamos instalados. Pero al final me he decantado, en función de la campaña.
-Después de haber estado casada con Mariano Rubio, ¿está contenta de estar alejada de la vida política y económica?
-Es un mundo que me alegro de haber conocido porque es curioso e instructivo. Pero es todo tan falso que agradezco estar fuera de él…
-La niña de Rajoy, parece que antes fue hija de Obama y el Buenas noches y buena suerte, es una frase del periodo maccarthysta ¿Deberían cambiar de guionistas nuestros políticos?
-Poco imaginativos sí son y su frases a veces huelen a naftalina. A veces los políticos deben pensar que somos idiotas y, que tienen darnos un lenguaje muy prefabricado. No se dan cuenta que cuanto más naturales y más se salgan del guión, es mucho mejor…
-Ayer fue el día de la mujer trabajadora… ¿Cómo anda usted de imput feminista?
-Siempre procuro hacer muchas cosas por la mujer trabajadora porque a pesar de que en el primer mundo se van ganando batallas, la más importantes que nos queda es conciliar la vida laboral con la familiar… Hay una anécdota de la mujer que fue presidenta de Pepsi, que abandonó el puesto porque se había cansado de cantar el cumpleaños feliz a su hijo por teléfono… Eso a ningún hombre le hubiera pasado.
-En «Las hijas de Lilith , dejaba claro que la afirmación del feminismo clásico según la cual hombres y mujeres son iguales, es un error.
-En el que Simone de Beauvoir tuvo mucho que ver, por cierto… Aunque tengamos los mismos derechos y las mismas obligaciones: no somos iguales. Me parece ridículo que la mujer se empeñe en ser bombero cuando no hay ninguna necesidad de ser bombero…
-¿Obama o Clinton? …
-Obama, aunque me gustaría poder decir Clinton, porque me encantaría ver a una mujer en la Casa Blanca…
-¿No me diga que cree en las «cuotas» y la «paridad»?
-No, no. Es cuestión más sentimental. Desde luego no creo en la política de cuotas, que es como darte una especie de ventaja porque nos consideran más torpes… Yo diría que es algo así como un «venga, guapa, corre cien metros por delante».
-¿Está de parte de la globalización o tiene un punto antisistema?
-Fanática, ma non troppo. Hay cosas muy buenas de la globalización que ayudan a la tolerancia. Antes, todo lo que venía de fuera era exógeno y daba lugar a la xenofobia más rara e ignorante… Pero creo que un efecto colateral de la globalización es el nacionalismo: todos somos iguales, comemos la misma hamburguesa… pero la gente necesita, a un tiempo tener referencias muy propias, cercanas y distintivas, y volvemos a la «tribu»…
-Desde fuera, parece una mujer comme il faut pero tiene en su haber mucho «surrealismo» acumulado…
-¿Lo dices por haber comprado la pierna a mi hermano y habérsela regalado el día en que era su cumpleaños? (risas) Antes yo era más extravagante, iba montada en Kawasaki a todas partes… pero ahora he entrado en mi época normal
-¿Sigue defendiendo la frivolidad?
-Es que es una cosa muy seria. Junto con el humor, es lo único que hace que la vida sea tolerable.
-¿Su fobia?
-Morir ahogada con el capuchón de un bolígrafo, me aterra: viene de un cuento llamado «Cómo me pudo pasar eso a mi», que escribí hace tiempo.
-Curioso que aquella niña que quería parecerse a Marisol, se convirtiera en una mujer de elegancia de referencia…
-Es una sorpresa agradable para alguien que ha tenido que bregar con su falta de estima. El carácter se forma muy temprano y tengo comprobado que las niñas que han sido feas nunca se creen guapas, por más que mejoren con el tiempo.
-Pero.. ¿debió desdramatizar muchísimo cuando se veía en la revista «Hola»?
-Por un lado fue un juego y jugué, el drama es tomárselo en serio…
-«Los restos del famoseo los soporto muy a mi pesar», ha dicho.
-Digamos que ya me han contado todos los chistes que me tenían que contar y me han dicho todos los piropos que esperaba oír. Ahora estoy muy feliz de haberme quitado de en medio el sambenito de frívola y de señora de revistas. Ellos me pusieron y ellos me quitaron. Supongo que mis méritos literarios han contribuido.
-Creo que ya le han hecho abuela…
-Sí. Cuando mis amigas hablaban de sus nietos, pensé que exageraban, que no podía ser tan maravilloso como me lo retrataban… ¡pero lo es! Es de lo mejor que me ha pasado en la vida. Se llama Jaime y es una maravilla. Y quiero que me llame abuela. Ni «yiyi», ni «frufrú»: abuela.
-Los pecados de la carne ¿son los únicos que tienen fecha de caducidad?
-Totalmente cierto… lo digo en el libro a propósito de una tatarabuela mía, casquivana que se fugó por amor y siempre fue un tema tabú, hasta que, pasado el tiempo, a todo el mundo le parece gracioso… Esa es la clemencia del tiempo.
-El camino para llegar al corazón de un hombre es el estómago. Dígame un plato infalible para tal menester.
-Te diría un cocktail, porque acortas camino al ponerte un poco borracho y bajar la guardia. Y el mejor: el pisco sauer.