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Entrevista por La Cinta Roja

«Pienso ser una abuela gamberra»

-En septiembre presentará «La cinta roja» (Espasa), biografía de Teresa Cabarrús, que tuvo amores nada menos que con Napoleón…
-Y con el directorio de la Revolución. Le atribuyen la caída de Robespierre. Fue una aristócrata convertida en revolucionaria.

-Era condesa y espía. Quizá le hubiera gustado ser condesa y espía.
-Sí. Me gusta la gente que ha vivido momentos sublimes y terribles. Cuando escribes de algún personaje es porque te identificas con él.

-Explíqueme lo de la cinta roja del título…
-En aquellas cárceles de la Revolución bailaban, cantaban y hacían el amor sin parar. También jugaban a escenificar su ejecución en la guillotina…

-Se ve que la proximidad de la muerte afina el sentido del humor negro…
-Hasta ensayaban lo que iban a decir en el patíbulo. Los que ya habían jugado a la ejecución, se ponían una cinta roja. Era como pasar una prueba.

-Su próxima novela será un «thriller» psicólogico…
-Quiero escribir un «thriller» para poner a mis personajes al límite: en el momento de la muerte caen las máscaras, y a mí me gusta mirar qué hay detrás de las máscaras.

-Eso es peligroso…
-Muy peligroso, pero también hay maravillosas sorpresas: es lo que vale en la vida. Yo no quiero una vida sosegada, una «vidita».

-Ha escrito que no le place el buen rollito, los gestos edulcorados…
-Es una pesadez. Eso de encender un mechero para simbolizar la unión con el universo o regalar abrazos…

-O ponerse una pulserita para solidarizarte con los pobres de África…
-Sí. Es una coartada estúpida. Así se creen buenos. Sí, se lo creen.

-Y ahí está la infantilización de la sociedad, entre los piratas del Caribe y Harry Potter…
-Así es. Ésta es una sociedad inmadura porque no sufre. Cuando se pasan malos momentos nadie está para pavadas.

-Ya es abuela. ¿Le molesta, como a Raphael, que la llamen abuela?
-En absoluto. Yo tenía una abuela muy gamberra a la que adoré. Hacía cosas increíbles. Voy a hacer todo lo que hacía ella. Pienso ser una abuela muy gamberra.

-Dice que las escritoras y articulistas están demasiado duras con los tíos…
-Sí. Creo que el feminismo extremo es una forma de machismo. Creí que nosotras no íbamos a caer en los mismos errores que ellos, pero…

-Y no piensa que las mujeres sean más sensibles e inteligentes, como se dice.
-Somos diferentes, por suerte. Los hombres están desarrollando su lado femenino. Qué desastre. Con lo que a mí me gusta el masculino.

-Parece que está harta de metrosexuales…
-Claro. Ya se depilan el 60 por ciento de los hombres. A mí me gustan los tíos de pelo en pecho.

-Chiste feminista: «¿Sabes cuál es el libro más breve del mundo?». «Ni idea». «Qué saben los hombres de las mujeres».
-Ja, ja, ja… Los hombres han sido durante siglos el centro del universo y no se fijaban en nosotras. Nosotras llevamos siglos fijándonos en ustedes.

-Y pariéndonos.

MI VERANO
Carmen  pasa las vacaciones entre las Baleares y Grecia. Sabe no hacer nada y se prohíbe obligaciones de turista: «levantarme a las siete para visitar una catedral o unas ruinas…No soy turista, soy viajera».
-¿La horterada veraniega?
Las sobredosis de tatuajes
-A ZP le recomienda leer a Voltaire.
-Frase en la camiseta: Tonto el que no lea.
Su paraíso: un lugar bello y solitario.
-¿Una extravagancia?
Estar sola.
-¿Vicios?
He dejado el tabaco, me han aburrido con las prohibiciones y consejos.
-Bebe vino blanco con hielo.

(La Razón 4 de agosto de 2008)

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