“Hoy caviar, mañana sardinas”: Carmen y Gervasio Posadas asocian recuerdos diplomáticos con recetas
Carmen Posadas es una galardonada escritora con una copiosa obra literaria, mientras que su hermano Gervasio, si bien autor asimismo de varios libros, es en realidad publicitario. Hace unos años y con el fin de presentarse a un premio de literatura gastronómica escribieron al alimón “Hoy caviar, mañana sardinas”, premio que, por cierto, ganaron. Después de una exitosa singladura comercial, el libro ha sido reeditado por Espasa.
Hemos dicho que los autores son Carmen y Gervasio Posadas, pero lo cierto es que en esta obra se insertan textos que se dicen procedentes de las memorias de la madre de ambos y que, de hecho, constituyen la mayor parte de sus páginas. A ellos, pues, nos vamos a referir con especial atención. Porque lo cierto es que Sara Mañé, mamá Posadas, describe con extraordinaria finura, notable sarcasmo y agudo sentido del humor sus tribulaciones como embajadora consorte -su marido Luis era diplomático de la República Oriental del Uruguay y ejerció como representante de su país en Madrid (donde fueron vecinos de Don Camilo Alonso Vega y los jueves veían llegar de visita a casa del general a doña Carmen Polo, cabe suponer que para merendar y chafardear con su amiga doña Ramona), Moscú y Londres-, así como también sus peripecias como madre y ama de casa que, entre otros quehaceres tuvo que organizar las bodas dos de sus vástagos, una en la Unión Soviética y otra en Gran Bretaña, preparar con los medios que disponía numerosas cenas, descubrir micrófonos ocultos en la sede uruguaya de la capital soviética o asumir en la capital británica el adecentamiento del inmenso edificio representativo a su cargo merced a su propio esfuerzo y a la colaboración de trabajadores búlgaros ilegales, porque la categoría diplomática era elevada pero el presupuesto parvo.
Los recuerdos de mamá Posadas son desternillantes. Así la divertida descripción del baile con cierto presidente de banco español muy ligón que la asediaba a base de achuchones (hoy podría haberle denunciado y el interfecto ir directamente a la cárcel), la evocación de cierta noche en Marbella con ingesta de “leche pantera” y final tragicómico en la que acabaron con su coche en la piscina de los anfitriones, el colorista relato de la boda de los duques de Cádiz en las postrimerías del régimen de Franco, cuando se sospechó que Carmencita podría convertirse reina de España o la asendereada y cortesana presentación ante la reina británica con ocasión de la entrega de credenciales de su marido cuando se le enganchó cierta cadena al vestido de fina gasa de chiffon y quedó al descubierto su ropa interior ante Isabel II (que, advertida del incidente, dijo muy elegante y diplomática: “Son pequeños accidentes laborales que ocurren, So, don’t worry”.
Tampoco se para en barras Carmen cuando recuerda el Madrid de su juventud como “una especie de bacanal romana encubierta con todo el mundo liado con todo el mundo y no solo con uno, sino a veces con dos o tres” pero “como no existía el divorcio, tofos llevaban una vida recatada en apariencia, casi se podría decir modélica. Los matrimonios iban siempre junto, reinaba la paz y la armonía, no había mal ambiente, ni escándalos públicos”. El ambiente debió dejar huella porque como es bien sabido Posadas casó en segundas nupcias con el español Mariano Rubio.
La excusa para que los autores se presentaran al premio de literatura gastronómica fue la de maridar texto con recetas, como así hacen, incardinándolos de forma más o menos convincente en los recuerdos que evocan en cada momento ellos o su madre. Debo decir que a mí personalmente me sobraron las recetas, pero el cuerpo del texto me divirtió extraordinariamente.
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