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La ´gran boda rusa´ de Carmen Posadas

La escritora uruguaya Carmen Posadas regresa a la novela histórica con su último libro El testigo invisible (Planeta), una obra en la que ofrece una perspectiva de la Revolución rusa desde los ojos de un niño, deshollinador de palacio. Su predilección por Rusia se debe a una cuestión de deformación personal. Su padre, de profesión diplomático, trabajó en el país más extenso del mundo como embajador de Uruguay. “Era curioso observar cómo era la sociedad que quedó después de la revolución. Allí viví como en una película de espías. La casa en la que residíamos estaba llena de micrófonos por todos lados. A veces, éstos se invertían y les oíamos a ellos. Y golpeábamos la pared para decirles que se callaran. A las cuatro de la mañana, podía comenzar a sonar perfectamente la ópera de Aída”. Y así tirando de recuerdos imborrables, sensaciones fuertemente arraigadas y con el reto por delante de contar la parte más humana y menos mitificada de los Romanov, Carmen llegó a su nueva obra. Vanitatis ha hablado con la literata en su casa de Madrid.

Pero Posadas también está ligada a la historia reciente del país. La escritora protagonizó la primera boda católica que se celebraba en Rusia desde el año 1917. Su enlace con Rafael Ruiz de Cueto, padre de sus dos hijas, en la iglesia ortodoxa de las Colinas de Lenin, en Moscú, fue todo un acontecimiento que recogieron las principales cabeceras del mundo. Desde Nueva York hasta Hong Kong. “A mí madre no le gustaban las iglesias católicas que había en Moscú y convenció a los ortodoxos para que me pudiera casar allí. Les dijo que iba a ser un fenómeno ecuménico”, cuenta ésta en conversación con Vanitatis. Y en efecto lo fue. Cerca de ochenta invitados acudieron al enlace. “Fue muy complicado que viniera gente desde España, porque no había relaciones diplomáticas entre ambos países”. Julio Ayesa, uno de los asistentes y jetsetter que solía frecuentar desde a Cristina Onassis a Isabel Preysler, relata lo arduo que fue.

“Tuvimos que pedir unos pasaportes especiales a Franco para poder viajar. La boda fue fantástica. Qué disgusto se cogió la madre de Carmen, cuando fue a depositar el ramo a la tumba de Lenin”. Las autoridades locales tampoco se lo quisieron perder. “Había ministros soviéticos y personalidades del mundo de la cultura y la política. Tomaron vodka y todos se volvieron locos. Terminaron bailando el kazachok”, manifiesta ésta. El viaje fue azaroso, pero pudo acabar en tragedia. “Tras la boda, algunos de los asistentes tenían pensado ir a Leningrado a visitar la ciudad. Pero se durmieron y perdieron el avión. Por suerte, porque se estrelló y hubiesen muerto todos”. En efecto, el relato de su vida no es anodino. “No me gusta adornar nada. No hay necesidad. Por ejemplo, siempre digo que fui la fea en una familia de guapos, porque es verdad”, matiza.
Luego, se separó de su primer marido y comenzó su proyección profesional. “Al principio a la gente le costaba tomarme en serio. Pero cuando empecé a triunfar en el extranjero ya no servía aquello de que las pijas no podían escribir. Le debo más a mis defectos que a mis virtudes. He vivido muchas cosas interesantes. Me quedo con todas. Era una niña muy tímida. Me llamaban ‘La Mudita’, porque no despegaba los labios. Todas las cosas que he hecho han sido por superar la timidez. Hasta escribir, sino me hubiera dedicado a jugar al bridge o al golf, como mis amigas”, cuenta. Ahora, tras ganar el premio Planeta y con traducciones de sus obras en más de 23 idiomas, Posadas mira atrás y no se arrepiente de nada. Ni tan siquiera de haber formado parte del famoseo.

“Me costó salir de ahí, pero no quería estar porque desvirtuaba mi profesión”. Su matrimonio con Mariano Rubio, exGobernador del Banco de España, fue quizá una de las historias más agridulces de su vida. Éste falleció de cáncer en 1999, años después de haberse visto en la tesitura de dimitir de su cargo por la implicación en un presunto delito de fraude a Hacienda. “Algún día escribiré sobre ello. Pero no se puede hacer respirando por la herida. Estoy muy contenta porque la reivindicación de Mariano la están haciendo otras personas. Hace poco estuve en una cena en la que había gente influyente. Se me acercaron muchos y me dijeron: “Si Mariano hubiese estado en el Banco de España, lo que ha pasado durante los últimos tiempo no hubiera ocurrido”. Creo que lo pagó caro por tener tanta autoridad. Tenía demasiados enemigos”.
En cambio, Carmen no habla desde el rencor. “Considero que he pasado por muchas vidas. La gente cambia”. Y ahora prefiere escribir de revoluciones ajenas. Aunque agiten su memoria. La catarsis de las luces y las sombras de su vida junto a uno de los hombres más importantes de los 80 y los 90 en España tendrá que esperar.

fuente: vanitatis.com

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