кракен сайткракен сайт кракен ссылкакракен ссылка

La literatura de hoy es lo más parecido a un spot publicitario

Se sorprende a sí misma por su capacidad de aparcar su timidez y mostrarse con la mayor de las simpatías en su periplo de promociones, ponencias y entrevistas, pero su conversación tiene esa calidez sincera que fluye natural de su personalidad. Y es esa misma verdad que defiende como postulado número uno para los aspirantes a escritores. “Nadie puede llegar a un lector si pretende ser quien no es. Las mentiras tienen las patas muy cortas”, asevera la autora de “Pequeñas infamias” o “El señor viento Norte”. En su visita ayer a la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) para el encuentro “Literatura y periodismo. Trucos de cocina”, busca las otras “claves” que pueden arropar una idea, una historia, un personaje o una situación para convertirlos en éxito. “Los escritores somos un poco como los cocineros, nunca damos el ingrediente secreto”, ironiza la escritora uruguaya Carmen Posadas (60 años), Premio Planeta 1998.

¿Realmente existe un ingrediente secreto para una novela?
Es una de las razones por las que mi hermano y yo pusimos en marcha el taller de escritura en Internet. Hemos tenido ya más de 3.000 alumnos y algunos ya están publicando sus primeros libros. Introducimos el método que yo echaba en falta cuando empezaba a escribir pero todo de una manera muy práctica y útil para el estudiante.

¿O sea, que no existe tal ingrediente?
Si hay algo que deberíamos destacar como fundamento, que no el único, sería la sinceridad. Puede parecer una perogrullada, pero hay gente que cuando se pone a escribir comienza a asumir papeles que no son suyos. Se pone estupendo y comienza a hablar desde la torre de marfil.

Y a contar cosas que quizá no ha vivido.
Como ha sucedido más de una vez en periodismo, por cierto. Debemos ser conscientes de que la mentira tiene las patas muy cortas. Hay que buscar la voz propia, no vender la moto de que eres otra cosa.

Las claves narrativas son las mismas que explicaba Aristóteles en su “Poética”. Desde entonces, el esquema: planteamiento, nudo y desenlace, apenas ha cambiado.
Se ha adaptado. Lo que notamos ahora es que todo tiene un ritmo mucho más rápido. Cuando alguien empieza a escribir, quiere ser como el maestro Dickens. Y eso no puede ser porque Dickens pertenece a otro tiempo, cuando no había tantos medios de comunicación, ni televisión ni cine, que han acelerado la forma de narrar historias. Las descripciones, por ejemplo, han desaparecido por completo. Es algo que ya no interesa porque cualquier cosa que nos describan ya la hemos visto antes. Todo tiene un ritmo mucho más trepidante. Hoy, la literatura es lo más parecido a un spot publicitario.

Internet tiene mucho que ver en ese cambio. Para bien y para mal.
Para bien porque ahora los escritores que empiezan tienen una ventana de promoción de la que antes carecíamos. No hay más que ver el fenómeno “Cincuenta sombras de Grey”. Y no es que pueda decir que es de mis libros preferidos, pero ha vendido más de 60 millones de ejemplares.

La piratería es la parte mala.
Y no podemos estar esperando a que sea el Gobierno el que resuelva el entuerto. Tampoco vamos a poder poner puertas al campo. Somos nosotros los que tenemos que reinventarnos. Por ejemplo, antes las promociones de los libros duraban tres semanas, y ahora vivimos de eterna promoción.

Eso también ayuda a tener un “feedback” del lector.
Y es asombroso cómo llega. La proliferación de los clubes de lectura, por ejemplo, está haciendo mucho porque el hábito llegue a públicos antes inexistentes, como las amas de casa. Cada vez que acudes a un evento parecido te reciben como a una estrella del pop. Es maravilloso porque sabes que una vez las has conocido, tienes lectores para toda la vida.

Aún con todo, la crisis lastra las ventas. Alguna vez dijo que vivimos un cambio de ciclo. También afectará a la literatura.
Es complicado pero también es cierto que todas las revoluciones tienen algo de terapéutico, si se sabe aprovechar. Seamos sinceros, cuando yo era pequeña, llegaban a Uruguay niños de 14 años, y solos. Ahora, lo más lejos que alcanzan a esa edad es a ir a la panadería de la esquina. Estos tiempos convulsos son terribles, son difíciles, pero también ayudan a reordenar las prioridades, la gente se da un baño de realidad.

Alguna vez dijo que este cambio de ciclo no terminará en revolución.
Porque sigue una evolución de encefalograma plano, uniforme, y en realidad nadie sabe muy bien hacia dónde conduce. Sencillamente habrá que esperar.

>> Leer entrevista original <<

Contenido relacionado

Utilizamos cookies para asegurar que damos la mejor experiencia al usuario en nuestro sitio web. Si continúa utilizando este sitio asumiremos que está de acuerdo.Pulse aquí para conocer nuestra Política de cookies.

ACEPTAR
Aviso de cookies