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La sombra de la ex: ¿segunda esposa o esposa de segunda?

Una mujer que se case en España tiene, como poco, un 11,3% de posibilidades de convertirse en segunda esposa tras pasar por el altar. Las cifras no dejan lugar a dudas: en nuestro país se producen 100.000 divorcios al año, siete rupturas por cada 10 matrimonios, por encima de la media europea, donde se rompen cinco de de cada 10, según el Informe de Evolución de la Familia en Europa 2014, elaborado por el Instituto de Política Familiar (IPF). Así que hay muchas papeletas de convertirse en segunda esposa. ¿Cómo es este papel? ¿Qué diferencias existen con un primer matrimonio? ¿Qué relación conviene mantener con la ex de tu marido? De todo eso hablamos con la escritora Carmen Posadas, que acaba de reeditar su libro El síndrome de Rebeca -un ensayo sobre la sombra de las relaciones anteriores-, la abogada Inmaculada Pérez Castellanos y la doctora Maite Disdier, presidenta de la Asociación segundas mujeres y nuestros hijos por la igualdad. Las tres lo son y tienen mucho que contar al respecto.
“Hay que considerar que te casas con una persona que viene con un paquete completo, que puede incluir hijos”, cuenta Maite Disdier, de profesión médico, que está lanzando la asociación para reivindicar los derechos de los hijos de segundos matrimonios: “Las segundas esposas no existimos. Se sigue presentando a la que se divorcia como una víctima que necesita la tutela del Estado”

“Llevarse bien con la primera esposa es complicado, porque se necesitan dos para bailar el tango. Tú puedes tender puentes, pero si la otra no quiere es imposible” Carmen Posadas, escritora

Y es que el papel de la mujer ha cambiado mucho en las últimas décadas, pero no todo el mundo parece haberse dado cuenta. “En las películas de Disney antes se veía a Blancanieves, a la Cenicienta…, princesas que necesitaban un príncipe que las salvara. La mujer era siempre de segunda. Esa imagen hay que quitarla de la sociedad, no necesitamos un príncipe azul, sino un compañero de viaje que nos comprenda y nos acompañe”, dice la abogada Inmaculada Pérez Castellanos, que se separó cuando sus dos hijas eran aún pequeñas y se volvió a casar con un hombre divorciado sin hijos.
Ese cambio de mentalidad debería reflejarse también en la legislación. Como abogada, Pérez Castellanos reconoce que está obsoleta. “Habría que adaptarla a los nuevos tiempos y los jueces deberían estar más al día; las mujeres hemos cambiado mucho y tenemos que ser consecuentes. Los niños deberían estar un 50% con el padre y otro tanto con la madre, pero hay algunas que no quieren porque les quitarían la pensión”.

Las segundas esposas, que en realidad prefieren llamarse esposas actuales, no desean ser de segunda. Maite Disdier, que se casó en primeras nupcias con un hombre divorciado y con un hijo de su primer matrimonio, siente que la ley sobreprotege a las primeras esposas y a sus hijos. “Los nuestros, los de las segundas, también son niños de segunda”, se queja. “Casi todo va para la primera. Se murió mi suegra y toda la herencia fue a pagar sus deudas. Y ahora mi marido, aunque está en paro, tiene que pagar a su ex casi mil euros al mes”.
Esa situación también la conoció Carmen Posadas cuando falleció su segundo marido, Mariano Rubio: “Apareció su esposa anterior como la gran viuda. Tuve que repartir con ella la pensión. Resulta que al morirse Mariano se convirtió en bígamo”, cuenta riendo.

En realidad, la ley no distingue a primeras, segundas o terceras esposas. “Esa discriminación no existe”, asegura Ana Clara Belío, socia del despacho Aba Abogadas, que también recuerda que “el nacimiento de nuevos hijos no es causa de modificación de las pensiones establecidas previamente”, lo que en la práctica puede dar lugar a dificultades económicas en los segundos matrimonios. “Es como casarse con alguien que tiene una hipoteca en el banco, eso hay que saberlo”, añade Belío.
En la película El club de las segundas esposas, dirigida por George Mendeluk en 2008, la vida de una joven casada con un hombre divorciado se ve complicada con las continuas intromisiones de la maquiavélica ex de su marido. Las cosas a veces pueden ser igual de difíciles en la vida real si la primera mujer está por medio.
“Es complicado, porque se necesitan dos para bailar el tango. Tu puedes ser encantadora y tratar de tender puentes, pero si la otra no quiere resulta imposible”, reconoce Carmen Posadas. “El ser humano no es muy diferente de los animales, implica una cuestión de territorialidad; si la otra piensa que le estás pisando el terreno se va a rebotar, por eso hay que manejar las cosas con mano izquierda, para que no se sientan agredidas”.

Claves para triunfar en el empeño
1. Entender y aceptar que tu pareja viene con un paquete completo, sobre todo en el caso de que tenga hijos del primer matrimonio.
2. No compararse con la primera.
3. Desterrar los celos.
4. Ser fiel a una misma.
5. Mantenerse al margen de las discusiones entre el padre y los hijos.
6. Trabajar para que la relación funcione.

Las complicaciones se producen sobre todo cuando existe descendencia del primer matrimonio. “Los hijos pueden llegar a convertirse en misiles contra la nueva pareja de su padre, en ocasiones se generan situaciones terribles, cuenta Ana Clara Belío.
Si ese es el caso, hay que esforzarse en mantener una relación lo más civilizada posible: “Debe apartarse el odio y el rencor de las relaciones por el bien de los hijos”, aconseja Pérez Castellanos.
Y es que, como bien cuenta Carmen Posadas en El síndrome de Rebeca,en un segundo matrimonio entran varios fantasmas en juego. Sin embargo, se cuenta también con una gran ventaja: “Hemos aprendido más y hay errores que no repetimos. La vida te da lecciones”.

Así lo asegura también Inmaculada Pérez Castellanos. “Casarte de nuevo en absoluto es un fracaso, sino una oportunidad de aprender”, dice la abogada, que lo hizo con un divorciado y que da a Maite un consejo de oro: “Nunca te compares con la ex”.
Entre esas lecciones que proporciona la experiencia, Carmen Posadas cita algo muy importante para que el segundo matrimonio no dé paso a un tercero o a un cuarto: “Con los años se aprende que el amor no es un rayo divino que te cae del cielo, es algo que hay que mimar porque depende de ti, no del otro. Nunca pensamos ´qué puedo hacer yo por mejorar esta relación´, no nos damos cuenta de que depende de nosotros mismos, siempre echamos la culpa al otro”. Con ello también está de acuerdo Pérez Castellanos: “Es un tema de madurez personal, y según maduras vas buscando más la felicidad y eres consciente de que depende de tu trabajo interior, y eso es algo que vas haciendo con los años. La pareja requiere mucha reflexión, mucho dar para recibir”.

Fuente: elmundo.es

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