La verdad sobre SuperWoman
Por lo visto, están pensando hacer la versión española de Sexo en Nueva York y yo tengo interés en ver cómo resulta. No sólo porque la serie es una de mis favoritas, sino porque me pregunto si la versión local planteará la guerra de los sexos con los mismos elementos dramáticos que la serie original. La que protagoniza Sarah Jessica Parker, como ya se sabe, retrata a una mujer soltera y exitosa que se debate entre sus neuras de “shopalcoholic” esto es, de compradora compulsiva (a ser posible de “manolos” y otros objetos carísimos) y su hambre de hombre. A grandes rasgos, se trata del mismo prototipo de mujer que hizo famosa a Helen Fielding y su Bridget Jones, sólo que ésta no era tan glamourosa y le sobraban kilos. Por supuesto se trata de caricaturas, y no muy favorecedoras, pero es muy sano, creo yo, que las mujeres sepamos reírnos de nosotras mismas y de nuestras contradicciones. Lo digo porque la corrección política al uso hace que estemos todos empeñados en ver sólo el lado triunfalista de la cuestión femenina. En otras palabras, de resaltar lo estupendas, libres o talentosas que somos mientras escondemos bajo la alfombra lo que no nos gusta ver.
Y lo que no nos gusta ver es que, a pesar de ser cierto que aún existe en nuestra contra una clara discriminación laboral, también lo es que muchas mujeres eligen voluntariamente el éxito en el ámbito de lo personal antes que el éxito profesional, puesto que ambos son casi imposibles de compaginar. Esta es una de las explicaciones aunque no la única de por qué, a pesar de que en España el número de universitarias es mayor que el de los hombres, sólo hay un 3 por ciento de mujeres en puestos directivos de alto nivel. La metáfora más clara de este fenómeno internacional es el caso de Brenda Barnes, ex presidenta de Pepsi Cola, que renunció a su cargo porque, según dijo, estaba cansada de cantarle el cumpleaños feliz a sus tres hijos por teléfono. Para nosotras, tener que hacer algo así es un drama; para un hombre lo es mucho menos.
En un estudio muy interesante sobre mujer y empleo publicado por la empresa Círculo de Progreso se intenta buscar respuesta y, por qué no, también solución a este problema huyendo de explicaciones fáciles y maniqueas. El primer dato que me llamó la atención es que casi el 60 por ciento de las mujeres cree que su sexo influye negativamente en la conciliación entre la vida profesional y la personal mientras que para los hombres es un aspecto irrelevante. No se trata, por tanto, de un problema de preparación ni de talento; tampoco tiene que ver necesariamente con el machismo ambiental, que hace que se siga prefiriendo a un hombre en determinado puesto antes que a una mujer. Se trata, como dice también el estudio, “de una decisión voluntaria” que hace que determinadas prioridades personales lleguen a inhibir el desarrollo de la carrera profesional. ¿Qué debería cambiar para que una mujer no tenga que elegir entre el éxito profesional y el personal? La respuesta es evidente. Deben modificarse los roles tradicionales de modo que si el niño tiene paperas el padre se sienta tan “culpable” de no estar con él como la madre. Esto, dicho así, suena convincente y los periódicos nos confortan día a día con la encantadora foto de un papá famoso que dice haber pedido baja laboral “para cambiar los pañales de su bebé”. Pero el simple hecho de que tal caso salga en la prensa refleja lo anecdótico que es. Posiblemente dentro de unos años ya no sea noticia semejante proeza masculina y entonces será cuando hayamos llegado a la verdadera igualdad. Mientras tanto, continuaremos lidiando con los roles tradicionales y con las series de televisión que nos retratan como histéricas superwomen intentado ser Ana Patricia Botín en el trabajo, Angelina Jolie con nuestro chico y Mary Poppins con los niños. Ser todo eso al mismo tiempo sí que es una verdadera proeza de la que se habla muy poco. Supongo que será porque las mujeres además hemos aprendido a resolver tanto trajín sin que se nos despinte en ningún momento nuestra mejor sonrisa Revlon.