Lo que no me mata me hace más fuerte
Qué tienen en común Barack Obama, Alfred Hitchcock, Madame Curie, Marilyn Monroe, Friedrich Nietzsche, Lady Gaga, Mark Zuckerberg y Charles Darwin? Además del éxito planetario de cada uno en su esfera, todos eran o son incurablemente tímidos. Y uso el adverbio con toda deliberación porque, por propia experiencia, puedo decirles que la timidez es una ‘enfermedad’ crónica, nunca se cura del todo, solo se aprenden trucos para que no se note demasiado. Para algunos, como Lady Gaga, el truco consiste en actuar o, mejor dicho, sobreactuar. ¿Quién podría pensar que una persona que aparece en público con un vestido confeccionado con filetes de ternera es tímida? Pues lo es y mucho. De hecho, fue precisamente ese defecto –junto con su voz celestial– el que la llevó a convertirse en la estrella que es ahora. Recuerdo que hace unos años me tocó moderar una mesa en la que estaba, entre otros, Lina Morgan. Después de sudar tinta china durante cincuenta largos minutos para lograr que me hablara de su carrera y sin conseguir de ella más que un penoso rosario de monosílabos, le pregunté, exhausta: «¿Pero qué te pasa, por qué estás muda?». «Porque lo soy», me contestó. «La Lina que todos conocen es la persona en la que me convierto cuando represento un papel. La verdadera es esta que ves, y habla poquísimo». Miedo, fobia social, introspección, pasividad, antipatía incluso… He aquí los efectos secundarios de esta maldita enfermedad crónica nuestra. Y, sin embargo, tan indeseable rasgo de carácter puede convertirse en el mejor pasaporte a lo que uno desea alcanzar. Porque ¿quién sino un tímido, un ‘pringao’, un chico que no ligaba una escoba, podía inventar Facebook? ¿Y quién sino una introvertida inmigrante polaca que con muchas dificultades consiguió estudiar Física y Química perseveraría calladamente y contra todas las dificultades en su labor hasta convertirse en la única persona en la historia ganadora de dos premios Nobel? ¿Sabían, por ejemplo, que Barack Obama en la universidad aburría hasta a las ovejas con sus discursos? ¿Y que Marilyn en sus comienzos se dedicaba a tocar el piano en las fiestas porque le aterraba socializar? Fue precisamente el afán por superar su falta de destrezas sociales lo que llevó a ambos a convertirse en lo que más tarde fueron.
Al igual que cada persona tiene los defectos de sus virtudes también todos tenemos las virtudes de nuestros defectos, y luchar contra la timidez se convierte en la mejor arma de todos aquellos que la padecen. Nietzsche, un tímido casi patológico que se escondía tras un enorme bigote tan tupido como grotesco, lo explicaba con una de sus frases más famosas: «Lo que no me mata me hace más fuerte». Darwin, por su parte, y como no podía ser de otro modo, le dio al asunto una interpretación antropológica. Según él, la timidez es un rasgo prehistórico que contribuye a la supervivencia de las especies. Los extrovertidos consiguen mejores presas y parejas, pero los introvertidos, al evitar los enfrentamientos, sobreviven más. Según los neurólogos, los tímidos tienen algunas áreas de sus cerebros que son diferentes. Por eso tienden a preferir la tranquilidad, la introspección, saben escuchar, tienen un pensamiento más analítico, se fijan más en los detalles. De ahí que personas reflexivas e inquisitivas como Kant o Einstein lo fueran, eso por no mencionar a todo un batallón de creadores, pintores, escritores, poetas… Pero no todo va a ser color de rosa en este rasgo de nuestro carácter. A los tímidos todo nos cuesta el doble. Una vez le preguntaron a Katharine Hepburn por qué no asistiría al homenaje que preparaba la ciudad de Nueva York para su noventa cumpleaños. «Les agradezco muchísimo –respondió–, pero me cuesta un esfuerzo terrible ser todo lo ingeniosa, inteligente y sensacional que ustedes creen que soy y a mi edad no me compensa».
Sin tener noventa años, a mí me pasa exactamente lo mismo. Así que si un día nos encontramos por ahí y me ven más apagada y bodrio de lo que esperan, por favor, no me lo tengan en cuenta. Es una trabajera luchar día y noche contra esta maldita timidez a la que, por otro lado, le debo todo lo que he hecho en la vida.
Yo también soy del club de los callados. Un beso
y el café hace mucho tiempo que me lo tomo sola