¿Magdalenas? No, gracias
Desde que los hombres han descubierto su lado femenino lloran mucho. Lloran los políticos cuando el guión así lo exige. Lloran los participantes en esos espantajos televisivos cuyos nombres ya es imposible acordarse, y también es de buen tono que los chicos salgan del cine con los ojos como dos tomates después de ver alguna película tipo “La Casa de la sidra,” demostrando así que son unos varones sensibles.
Sensible es también, según he podido observar últimamente, enternecerse con una ( o todas) estas cosas : una hermosa puesta de sol, la maldad en el mundo, un pajarito que canta , la sonrisa de un niño, un gol de Roberto Carlos. “ Muy bien, los tiempos están cambiando” parecen decirnos ellos con estas nuevas actitudes “y ya no nos importa mostrarnos frágiles, llorar ha dejado de ser cosa de mujeres.”
Me gustaría aclarar que no me parece mal la idea de que las nuevas generaciones se feminicen un poco, al contrario lo veo muy enriquecedor en todos los sentidos pero lo que me llama tanto la atención es que la señal de cambio tan notable sea precisamente… llorar.
Pienso que, en esta forzada readaptación a la que se ven abocados los varones a consecuencia de nuevo papel de la mujer ha adoptado en la sociedad, de vez en cuando se equivocan de camino. Se agradece el gesto de querer cambiar, naturalmente, es un paso en la buena dirección sin embargo, me gustaría explicarles a estos nuevos “sensibles”, que adquirir ciertos valores femeninos no implica bañarnos en lágrimas por la menor tontería . No sé si será por educación o porqué , pero disgustan los hombres llorones, y lo que es peor, no me lo creo. Hoy en día vivimos en un mundo de gestos más que de actos. Gracias a los medios audiovisualas todos nos hemos acostumbrado a juzgar a los otros sólo por síntomas externos muy epidérmincos. Es como si la sociedad entera viviera , más que nunca, en un gran escenario en el que nada es verdad, en la que todo son meras actitudes teatrales: Tal político besa a un niño por tanto ama a la infancia . Fulano llora en público , ergo, es muy sensible… lo malo es que todas estas actitudes se trasladan a la calle y nos hacen juzgar a la gente con la misma ligereza con la que juzgamos a los personajes que vemos en televisión. Los gestos son sólo eso, gestos, y no significan nada.
Además, a estos descendientes de Boabdil ( un feminista avant la letre según esta nueva moda) yo les recordaría que feminizarse y llorar no son sinónimos en absoluto. Los hombres más terribles de la historia has sido grandes llorones . Lo era Nerón, lo era Stalin, también Pedro el Cruel y , a los amantes de las anécdotas históricas, tal vez les interese saber que Al Capone se consideraba sumamente sensible porque se le saltaban las lágrimas cada vez que pensaba en su mamma o escuchaba la Traviata.
Llorar por tanto no es un asunto de mujeres, ni un síntoma de sensibilidad ni mucho menos un signo de que tiene se tiene corazón de oro. Tampoco lo ha sido nunca en las mujeres de hecho, derramar unas oportunas lagrimitas es un arma muy femenina sumamente antigua, pero la diferencia es que nosotras nunca hemos confundido la sensibilidad con la sensiblería. La prueba está en que, en los momentos verdaderamente graves, en las emergencias, en las guerras, en las situaciones desesperadas son ellas las que se muestran más fuertes y entonces no hay tiempo para derramar ni una lágrima. No sé si este artículo me está saliendo excesivamente severo. No me gustaría descorazonar a tantos hombres dispuestos a mostrarse tiernos, comprensivos y frágiles incluso, pero les pediría que en su cambio no se queden en la epidermis Lo que las nuevas mujeres necesitan son varones dispuestos, por primera vez en la historia, a revisar ciertas actitudes ancestrales, no Magdalenas.