Mujeres y seducción con Carmen Posadas

Uruguaya, de 55 años, hija de diplomático. Escritora y azote de la ‘jet’, ganó el Planeta en 1988 con Pequeñas infamias. Publica La cinta roja, sobre la española Teresa Cabarrús, en la Francia previa a 1789.

XLSemanal. En su novela se ha apuntado al carro de los que tratan de defender a María Antonieta y al rey Luis XVI.
Carmen Posadas. Sí, porque María Antonieta no era ni tan mala ni tan frívola ni tan tonta como se ha dicho; fue una víctima de la época y su marido, todavía más.

XL. ¿Escogió la historia de Teresa Cabarrús por la cantidad de coincidencias que tiene con ella?
C.P. Te juro que no y, hasta que no me lo ha dicho mucha gente, no me había dado cuenta. Es impresionante porque es verdad que las dos nos vamos de nuestro país a los 12 años, nos casamos en un país extranjero…

XL. ¿Usted también ha sido una niña sumisa, al principio; una joven rebelde, después, y una mujer práctica, al final?
C.P. No lo había pensado, pero es verdad, me puedo ver retratada en esa evolución.

XL. Como a su protagonista, ¿le gustaría llegar a ser condesa y espía?
C.P. Espía, en todo caso; pero condesa, no; eso me da igual.

XL. No es éste el primer libro en el que demuestra ser una experta conocedora de los hombres.
C.P. Es que la relación entre hombre y mujer es lo que más me divierte. No hay nada tan apasionante como el factor humano.

XL. De usted han dicho que es una mujer muy guapa, inteligente, eternamente joven, brillante… y antipática.
C.P. Lo de antipática no me extraña nada. El problema es que soy tímida y a los tímidos siempre nos tachan de antipáticos, de soberbios, de distantes, de fríos…

XL. ¿Sabe que fastidia que las mujeres guapas, con éxito, que se comen el mundo vengan diciendo que son tímidas, que han sido patitos feos acomplejados, que no engordan así las maten…?
C.P. [Se ríe] Pero en mi caso es verdad. De pequeña era la más fea de la casa, un conguito negro y gordo; y, como todas las niñas de mi época, yo también quería ser de mayor como Marisol. Todas esas cosas han hecho que yo me supere; si no hubiera sido tímida, fea y gorda, seguro que me hubiera dedicado a jugar a las cartas y no habría logrado llegar a nada. Los complejos ayudan mucho en la vida… y no me pongas esta frase de titular, ¡eh!

XL. Nació en 1953 y es de las que no se quitan años y no le importa que digan su edad.
C.P. Es que me parece una estupidez hacerlo porque como todo el mundo sabe la edad que tengo para qué voy a decir otra cosa. Yo prefiero que digan: «¡Qué bien está para su edad!», que quitarme años y que digan que estoy hecha polvo.

XL. Una mujer guapa e inteligente ¿atrae o da miedo?
C.P. Las dos cosas. Atrae al principio y luego… ¡que se vaya, que no moleste! [risas].

XL. Le gusta presumir de frívola y extravagante. ¿Es una pose?
C.P. No, yo lo digo en el sentido de desdramatizar, de no tomarse la vida demasiado en serio. A lo mejor tendría que hablar de sentido del humor y no de frivolidad.

XL. ¿Qué tienen los hombres españoles para que haya tropezado dos veces en la misma piedra?
C.P. Yo no lo llamaría ‘tropezar’ porque he tenido dos matrimonios muy buenos [el primero, con Rafael Ruiz Cueto, padre de sus hijas, Sofía y Jimena; y el segundo, con Mariano Rubio, del que enviudó hace 11 años]. Los hombres españoles son gente sólida, gente en la que puedes confiar.

XL. ¿Qué arma de mujer es la que mejor maneja?
C.P. Te lo digo, pero tampoco me lo pongas de titular [risas].

XL. ¡Hecho!
C.P. El halago. Yo tengo un método buenísimo que consiste en halagar a una persona siempre su cualidad menos destacada.

XL. Enséñeme.
C.P. Si tienes a un guapo delante no le vas a decir que es guapo, porque eso ya se lo han dicho cuatrocientos millones de veces, tú tienes que decirle que es muy inteligente. Y si tienes a un inteligente delante, le tienes que decir que es muy atractivo… ¡Y eso no falla! [se ríe].

XL. ¿Y a usted la seducen así?
C.P. Yo, como me sé el truco, no me creo nada.

Virginia Drake