¿Qué puedo hacer yo?
Mi secretaria y amiga Visi, que sabe que estoy siempre a la caza de temas para estas Pequeñas infamias que me gusta compartir con ustedes, me comentó el otro día: ´No sé qué estamos haciendo mal, pero para alguien como yo, con hijos adolescentes, resulta increíble ver que de un día para otro se tuercen las cosas con los niños´. Le pregunté si se refería a los cambios y rebeldías propios de la adolescencia y ella continuó: “Me refiero a algo más inquietante. ¿En qué momento la inocencia deja paso a la malicia? ¿Cuándo se desdibuja todo lo que les hemos enseñado a nuestros hijos y se instauran actitudes adultas y crueles?´. Me explicó entonces lo mucho que le sorprendía ver cómo niños –y uno en concreto, de quince años, al que conocía desde el parvulario, educado exactamente igual que los suyos–, un día empezó a tener actitudes machistas y a maltratar a su novia.
Como ocurre tantas veces en la vida, al día siguiente de esta conversación, apareció en prensa un estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) destinado a averiguar cómo perciben la violencia de género los adolescentes, que corrobora la inquietud de Visi. Las cifras posiblemente las conozcan ustedes, porque han tenido amplio eco. El 33 por ciento de los chicos entre 15 y 29 años considera “inevitable” controlar los horarios de sus parejas, impedir que vean a sus familias y amistades, no permitirles que trabajen o estudien y decirles hasta cómo deben vestirse. Quizá lo más sorprendente, por no decir aterrador del estudio, es que el porcentaje de chicas que acepta este tipo de conductas resulta superior al de mujeres adultas que las toleran, un 32 por ciento frente a un 29. Aún así, y siempre según este estudio, ni ellas ni ellos identifican estas actitudes con la violencia machista. Al contrario, el 73 por ciento cree que los celos –y por tanto el control– son solo “una expresión de amor”. Hasta ahora, se pensaba que la culpa de todo la tenía la educación que recibimos las generaciones anteriores y que, por tanto, conductas de esta clase desaparecerían como por ensalmo gracias a una mayor cultura, o una mayor igualdad entre los sexos. Ahora sabemos que no es así. ¿Por qué niños que han crecido con la igualdad por bandera, en colegios mixtos y con mayor acceso a la educación que ninguna otra generación en nuestra historia, reproducen comportamientos que debían estar más que erradicados? ¿En qué momento, tal como dice mi amiga Visi, ese niño encantador de siete, nueve u once años cambia y se convierte en un adolescente que controla a su chica, o le dice con quién tiene o no tiene que hablar. Y en cuanto a ellas ¿en quién se miran para adoptar roles tan sumisos y retrógrados? Y luego está lo más inexplicable de todo. ¿Cómo es posible que tanto unos y otras no identifiquen estas actitudes como la antesala de la violencia machista? ¿Qué estamos haciendo mal? Se trata de un problema complejo que no tiene una única explicación sino varias. Padres ausentes que se sienten culpables y por tanto se vuelven permisivos; maestros que ven mermada su autoridad por progenitores que sobreactúan por un malentendido sentido de protección; imitación por parte de los jóvenes de actitudes que ven en casa, en la tele, en el cine y, por fin, nuevas tecnologías que incrementan y propician actitudes como el mobbing, el voyeurisimo o el control. Diagnósticos hay muchos, pero de nada sirven si uno no se pregunta qué puede hacer para cambiar la tendencia. En el colegio del hijo de Visi se produjo un movimiento espontáneo que me parece esperanzador. Uno de los chicos con capacidad de liderazgo consiguió que el resto de amigos hiciera el vacío al chulito que iba por ahí presumiendo de su gran hazaña de controlar a su novia de forma violenta. Es así. Basta con que alguien del grupo marque una senda positiva para que el resto del grupo vaya detrás. Somos gregarios para todo. Para el mal pero por fortuna también para el bien. Quizá, por tanto, en vez de calcular qué estamos haciendo mal y quién tiene la culpa, si galgos o podencos, cabría preguntarse: ¿qué puedo hacer yo para cambiar mi pequeño mundito de alrededor?