¡Que vivan las malasmadres!
De pronto, entro en Twitter y me encuentro con esto: “Carmen Posadas es una mala madre”. Una está acostumbrada a que la llamen de todo, pero hasta el momento nadie me había tocado fibra tan sensible. Continúo leyendo. El tuit en cuestión me remite a un blog, el blog me conduce a varios artículos periodísticos sobre el tema y, al final de tanta lectura, no tengo más remedio que confesar que sí, que en efecto soy una malamadre, y encantada de serlo. Todo empezó con una “Pequeña infamia” de estas que comparto con ustedes bimensualmente. Aquella en la que les comentaba la publicación de un libro llamado Basta de tanto, en el que se habla de cómo los progenitores actuales parecen haberse vueltos todos gagás con respecto a sus hijos. No solo los sobreprotegen y malcrían llenándolos de regalos carísimos que a duras penas pueden costear, sino que miran con sospecha a otros padres –y en especial madres– que prefieren no apuntarse a la niñitis generalizada. Ante esta actitud que a mí me parece que empieza a pasar de ridícula a patética y de patética a estomagante, resulta grato ver que existen mujeres jóvenes dispuestas a oponerse a lo que, en Estados Unidos, llaman New Momism. Algo así como una sobreactuación de la maternidad que consigue que las abnegadas mamás de ahora se vean obligadas a hornear galletas caseras para que el nene las lleve a colegio y deje epustufladas a las malasmadres que solo las adquieren en el súper. O a coser primorosamente y a mano el disfraz de angelito de la función de Navidad en vez de comprarlo en un chino. O a organizar por Pascua una búsqueda del tesoro con conejitos y liebres de carne y hueso “porque, ya sabes, todo es poco para mi Martinita del alma…”. No, basta, se acabó. El club de las malasmadres, que existe desde marzo y suma ya más de 15.000 seguidores en Twitter, ha decidido declarar la guerra a esa nueva y ñoña tiranía que consigue que la sociedad las censure por querer ser madres y –además– mujeres. Mujeres que aspiran, por ejemplo, a tener una carrera profesional exitosa y a dedicar un cierto tiempo a ellas mismas sin tener que sentirse culpables. Mujeres con inquietudes e intereses varios que, como dice una integrante destacada de su organización, aspiran a que nadie las mire mal por confesar que están dispuestas a “matar por un bolso de Chanel pero no por una lata de atún”.
Me ha resultado gratificante ver que cada vez son más las jóvenes madres que, con humor pero también con contundencia, se rebelan contra a una corriente que, según recoge The New York Times, en los Estados Unidos (que es dónde empiezan estas modas) forma parte de una inteligente estrategia destinada captar el voto femenino manipulando nuestro sentido de culpa. Nada más fácil y más torticero, porque a ninguna nos gusta que nos consideren “malvadas” que tienen otras prioridades que no sean, exclusivamente, los hijos. Pero hagamos algunas consideraciones de puro sentido común. ¿Quién dijo que ser una buena madre consiste en inmolarse haciendo mermeladas caseras en vez de tener un trabajo interesante? ¿Vamos a ser tan tontas de caer en una moda fomentada, además, por estrellas de Hollywood que juegan a mamá gallina cuando hay un fotógrafo cerca pero que luego tienen ocho personas de servicio en casa? ¿No es el colmo del antifeminismo más retrógrado promover roles mujeriles tan arcaicos como absurdos? Por fortuna, malasmadres.com no clama en el desierto. La blogosfera internacional está llena de madres que se rebelan. En 2012, el blogHer Bad Mother estuvo entre los veinticinco más influyentes según la revista Time, mientras que libros como El diario de una madre Ninja; Maternidad sin censura oScary mommy rompen records de ventas. El malmadrismo además, se presta también a ciertas curiosas paradojas. Catherine Connors, por ejemplo, licenciada en Ciencias Políticas por la universidad de Toronto y autora de uno de estos libros, ha descubierto que gana mucho más dinero dando conferencias sobre su condición de malamadre que como reputada docente. Bien por ella. Una nunca sabe qué interesantes ventanas se abren al cerrar la puerta a bobos prejuicios.