Síntoma de nuestro tiempo
Me pregunto yo si alguna de las personas que tan orgullosas están de que las describan como glamourosas tienen la más remota idea de lo que significa dicha palabra en realidad. Lo digo porque el equivocado sentido que normalmente se le atribuye, es decir, el de brillante, bello/a o elegante, comparado con su significado real es , a mi modo de ver, una verdadera una metáfora de estos tiempos figurones en los que vivimos.
Hay palabras que aunque existan en los diccionarios desde hace siglos, solo comienzan a ser usadas regularmente cuando describen muy atinadamente algo que tiene que ver con el talante de los tiempos. Algo así le ha ocurrido a la palabra glamour que, a pesar de figurar en el diccionario de Oxford desde 1720, no era conocida ni utilizada hasta tiempos recientes. Pero permítanme que me reserve de momento su verdadero significado hasta que les cuente el “glamouroso” camino que ha recorrido el mencionado término antes llegar nuestro vocabulario habitual.
Hasta hace más o menos cincuenta años dicha palabra en inglés era un cultismo utilizado solo por poetas. Sin embargo, más o menos hacia mediados del siglo pasado, las viperinas lenguas que se dedicaban a criticar a las actrices de cine, la sacaron de su intelectual contexto para describir la diferencia que existía entre las damas de la escena y las actrices de Hollywood. Es necesario explicar que en Inglaterra hasta hace no mucho, los actores de teatro seguían mirando con displicencia a sus colegas de “la pantalla.” Aún sucede entre los puristas, pero, desde luego, hasta bien entrada la década de los cuarenta, a un actor de teatro no le gustaba en absoluto que lo relacionaran con sus colegas del cine. Y para describir precisamente a esa nueva categoría de estrella rutilante y algo estridente por no decir vulgar que, según los amantes del teatro, nada tenía que ver con los intérpretes de la escena, se comenzó a usar, despectivamente por cierto, la vieja palabra glamour. Porque se da el caso dicho término si consultamos el Diccionario Oxford, significa: “Belleza ficticia que se atribuye a un objeto o cosa” y también “brillo falso o engañoso.”Por tanto, glamourosa era Jean Harlow con sus camisones de satén y la oronda Mae West ( una de las mujeres más inteligentes y sin embargo más vulgares que ha dado las escena). Glamourosa podía ser también Marilyn Monroe o incluso Ava Garner pero desde luego nunca Grace Kelly o Audray Hepburn o Katherine Hepburn. Porque el glamour tiene un punto de vulgaridad considerable, cómo diría, tiene un tufillo a pachulí y no a Channel número cinco a pesar de aquella famosa frase de Marilyn ( , ya saben ustedes, I sleep only with my Channel number 5) E incluso ahora, para que vean que el término aun conserva algo de su significado real, observen cómo cuadra más a una María Carey que a una Signoret Weaver , por ejemplo.
A mi que me gusta tanto observar frivolidades, no porque sea frívola (que lo soy) sino porque creo describen muy bien ciertos valores estéticos de nuestro tiempo, el auge de la palabrita de marras me parece, todo una síntoma de los tiempos en que vivimos: ahora lo importante es brillar, no ser brillante, parecer mucho antes que ser. De ahí que, si en las próximas fiestas le dicen a ustedes que los encuentran muy glamourosos o glamourosas, respóndanles que preferirían que los describieran con otro término, que lo llamen chic, por ejemplo. Es tan foráneo como anterior y tampoco significa lo que usted y yo creemos, pero por lo menos resulta más amable cuando se sabe su verdadero significado. Porque chic quiere decir literalmente “diestro desde el punto de vista artístico y literario”. ¿Qué no lo sabían ustedes? Yo tampoco, la verdad, no soy tan marisabidilla como parezco. Lo acabo de mirar en el diccionario, tengo mucha “destreza artística y literaria” manejando el mataburros, vamos, que soy de lo más chic.