«Tal vez la IA nos ayude a descubrir quién escribió el ‘Lazarillo de Tormes'»
Una tragedia que dejó huella en el tiempo. Carmen Posadas (Uruguay, 1953) aborda con astucia y detalle lo sucedido en torno a los españoles que zarparon en el célebre transatlántico RMS Titanic para sumergir al lector en una obra que abraza los cánones clásicos de la novela detectivesca. El misterioso caso del impostor del Titanic se erige como un homenaje adictivo a voces de la talla de Emilia Pardo Bazán o Arthur Conan Doyle, manteniendo una propuesta que mantiene al lector en vilo hasta el final.
Todo ello, sin caer en tópicos sobre un suceso que ha sido objeto de una gran cantidad de películas, libros y documentales.
Con El misterioso caso del impostor del Titanic, se adentra en esa prosa clásica de la literatura detectivesca que hizo grande al género. ¿Cree que esa manera de escribir se ha perdido?
Sí, en parte se ha perdido, porque cada época tiene su propio lenguaje y forma de expresarse. Yo quería utilizar una prosa acorde con la época que narraba, y presté mucha atención a cómo se escribía en ese entonces. Hay muchas novelas históricas que suenan artificiales porque los diálogos y las descripciones tienen un tono demasiado moderno. Es como si, estando en el Imperio Romano, Julio César de repente dijera «¡Jo, tío!»… Eso te saca por completo del contexto histórico. Además, me fijo mucho en los acentos y maneras de expresarse de las personas. No habla igual un uruguayo que un español, y no se expresa de la misma forma un joven de 15 años que un cura o un político.
Retrata a Emilia Pardo Bazán en el ocaso de su vida, al puro estilo de Hercule Poirot. Ha perdido la oportunidad de hacer una saga literaria con este personaje.
Me temo que sí, porque ella murió en 1921 y el Titanic se hundió en 1912. Eso nos dejaba solo nueve años para que apareciera un impostor. Si el impostor hubiera surgido 20 años después, habría sido mucho más fácil crear una historia creíble, pues el paso del tiempo haría más verosímil que alguien engañara a todos. Además, como bien dices, eso también impide que Emilia Pardo Bazán sea la protagonista de otras peripecias detectivescas.
¿Por qué unió esos dos mundos, el de Emilia Pardo Bazán y el del Titanic?
A Emilia Pardo Bazán le encantaba la crónica negra, iba a los juicios y se entrevistó, por ejemplo, con la asesina del crimen de la calle Fuencarral el mismo día que le dieron garrote vil, un suceso muy controvertido en la época. Es comprensible que le atrajera tanto la crónica negra, pues es el mejor espejo del lado oscuro de la naturaleza humana. Debido a su fascinación, decidió escribir una novela policíaca, pionera en su género. Para que te hagas una idea, Agatha Christie empezó a publicar 10 años después de La gota de sangre, la novela de Emilia Pardo Bazán. Así que, siendo una mujer adelantada a su tiempo, era la persona perfecta para investigar el misterioso caso del impostor del Titanic, por eso la elegí como protagonista.
Retrata a una Emilia Pardo Bazán que, entre otras cosas, tenía un gran encanto para los hombres.
Es un retrato totalmente real. Una de las cosas que más me sorprende es que, para ligar, ser guapa facilita las cosas. Pero ligar con un físico como el de Emilia Pardo Bazán es mucho más difícil. No solo enamoró a Galdós, sino también a Alcalá Galiano y a Blasco Ibáñez.
¿Es esta una novela escrita también como homenaje?
Por supuesto, es un homenaje a ella, a Agatha Christie y a Sherlock Holmes, que son mis favoritos. Soy una gran lectora de novela negra, pero más bien de la antigua. La novela moderna no me atrae tanto.
El doctor de Eva se llama Hercule, por ejemplo.
Has pillado la referencia (ríe). Hay más guiños como ese por ahí.
Muchos autores han intentado entrar en el género de la novela detectivesca, pensando que es algo sencillo. Sin embargo, los resultados no siempre les dan la razón.
Es cierto que muchos miran la novela detectivesca por encima del hombro, viéndola como un subgénero para lectores mediocres. Yo, sin embargo, la valoro mucho porque es una herramienta increíble para retratar la sociedad. Mientras enganchas al lector con una trama sobre quién es el asesino o el misterio de unas joyas desaparecidas, puedes hacer un retrato profundo del mundo, como lo hacía Dashiell Hammett con el realismo socioamericano.
En su última novela difumina la línea que separa la realidad de la ficción.
Sí, lo que quería era borrar esas fronteras, que normalmente están muy marcadas. Eso hace que la historia se vuelva aún más creíble. Si te apoyas en hechos reales, el lector tiende a aceptar la historia como veraz. Eso permite que la literatura refleje la realidad. Como decía Vargas Llosa, «la literatura es mentir para contar la verdad». Aunque el impostor del Titanic no existe, eso me permite hablar de otros temas reales, como la inmigración a Cuba y la esclavitud española. Por ejemplo, no sabía que muchos de los jóvenes que viajaban a Cuba después de la abolición de la esclavitud lo hacían en condiciones semiesclavas, casi como los inmigrantes de hoy, que son extorsionados por mafias.
¿Cómo se construye una historia sobre un caso como el del Titanic, donde ya se ha dicho todo lo importante?
Esa fue la mayor dificultad de todas porque se han hecho correr ríos de tinta al respecto. Ya se ha escrito de la camarera del Titanic, del violinista del Titanic, del niño del Titanic… Pero en este caso, el Titanic es solo el trasfondo, porque la historia ocurre 10 años después del hundimiento. Claro que tenía que incluir algo sobre el Titanic, porque la fascinación por el naufragio es enorme. Pero mi objetivo era contar anécdotas no tan conocidas y aprovechar el evento para hablar de cambios que surgieron después.
De hecho, Emilia Pardo Bazán admite que aquel suceso cambió la sociedad de la época.
No solo lo dice ella, es algo que ha quedado claro con el paso del tiempo. El Titanic se ha convertido en un símbolo de una época que se hundió y de otra que empezó a surgir. Este suceso ocurrió en 1912, y a partir de ahí muchas cosas cambiaron. Murieron tantas personas de segunda y tercera clase que la sociedad empezó a cuestionarse las monstruosas diferencias sociales. A partir de ese momento, comenzó a surgir una nueva sensibilidad. Y lo interesante es que ahora estamos viviendo algo similar. El mundo tal y como lo conocíamos está desapareciendo, y está emergiendo otro con la inteligencia artificial. No sabemos a dónde nos llevará este barco, pero esperemos que no naufrague también.
¿La IA puede poner en peligro el mundo literario?
Es una incógnita que veremos en el futuro. La IA es como el iceberg del Titanic: solo vemos una pequeña parte de lo que puede hacer. No sabemos la magnitud real de este fenómeno. Ahora mismo estamos en pañales. Si le pides a ChatGPT que te escriba un cuento con un dinosaurio, una caja de galletas y un platillo volante, lo hará. Puede que lo haga mejor o peor, pero algo saldrá. Algunos usarán esa idea básica para crear algo propio, pero otros simplemente copiarán y pegarán. Las herramientas se pueden usar para bien o para mal.
¿Es posible mirar el lado positivo de la IA?
Siempre hay algo positivo. Tal vez, en el futuro, la inteligencia artificial pueda confirmarnos si Lope de Vega fue el autor del Quijote de Avellaneda o incluso descubrir quién escribió El Lazarillo de Tormes. Lo que perdemos por un lado, lo ganamos por otro.
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