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“Todos somos un poquito espías”

Compara al periodista con Arturo Pérez Reverte por tener ambos un móvil… Nokia. Carmen Posadas (Montevideo, 1953) exige el tuteo “para no entrar en una depresión profunda”. A sus órdenes. La escritora es la primogénita de una familia de cuatro y su padre fue embajador en Moscú, donde el KGB lo vigilaba. Ha publicado un libro sobre las agentes secretas, Licencia para espiar (Espasa). Ganó el Planeta con Pequeñas infamias en 1998. Hoy es miembro del jurado.

–A su padre lo destinaron a la Embajada de Uruguay en Moscú en los 70 y los espiaban en casa. ¿Era él un agente secreto también?

–Que yo sepa no, pero todo es posible. Es cierto que en todas las embajadas siempre hay un agregado comercial o alguien que nunca sabes a qué se dedica. Mi padre sospecho que no, pero no tengo la certeza.

–Ustedes escuchaban a los espías soviéticos.

–Sí, todo era muy chapuza.

–¿Y cómo se siente una siendo espiada?

–Te crea un poquito de paranoia. Cuando mi madre venía a Madrid de repente se ponía a cuchichear.

–Ha escrito una novela de mujeres espía. ¡Llevo toda la vida soñando con conocer a Mata Hari! Aunque dice que fue un desastre.

–Era muy mala espía. Me he documentado bien y en ningún libro serio de espionaje la mencionan, ni dos líneas. La he metido por ser Mata Hari, pero era una calamidad. Primero espió para los alemanes y los franceses la descubrieron, luego para los franceses y los alemanes la descubrieron. Era tan mala que todos quisieron quitársela de en medio.

–Tenía otras artes.

–Claro. Es como si ahora se descubriera que Madonna es una doble espía. Ella era una estrella, un personaje conocidísimo en esa época.

–Después de su exhaustivo trabajo de campo, ¿corrobora que las espías eslavas son las más bellas?

–Tienen fama. En la época soviética intentaban separar a los matrimonios y meterle a una guapísima rusa, a las embajadoras les hacían luz de gas. En Rusia todo era horrible y no tenías ganas de quedarte ahí. ¿Qué fue de la embajadora de Panamá? Se fue a ver a su tía enferma y no regresó. Y al tiempo aparecían los embajadores con una guapísima que decía que era bailarina del Bolshoi pero no, era espía.

–Lo mismo era la madre de Putin…

–Exacto.

–¿El poner la oreja en conversaciones ajenas es una forma mundana de espionaje?

–Sí, todos somos un poquito espías, el saber es poder. En Sociología el cotilleo está considerado una destreza social. A los que tienen esa virtud les va mejor en la vida. Está comprobado, aunque parezca mentira.

–¿Quién ha sido la mejor agente de la historia?

–La mejor es la que no conocemos. Hay muchos casos que se han descubierto al cabo de 50 o 60 años. En La espía roja una venerable ama de casa de 70 años es detenida por Scotland Yard porque en los 50 pasó planos a la URSS para construir la bomba atómica. ¡Nada menos! Pues esa señora luego se borró del mapa y la descubrieron porque encontraron de casualidad una carta que la incriminaba, pero si no, hubiera pasado inadvertida. Y como este caso hay muchos.

–Melita Norwood espió para los soviéticos en Inglaterra y fue descubierta a los 87, siendo bisabuela. Una profesional.

–En España estaba la Reina de Corazones, ucraniana que actuaba en el Estrecho de Gibraltar. Cuando los soviéticos anexionan Ucrania, se va a Francia a espiar para los alemanes; al enterarse de sus horrores, ofrece sus servicios a los ingleses. Y nadie se enteró hasta que su hija, que ahora tiene 93 años, lo contó. Al acabar la guerra hizo lo que todas estas mujeres: desaparece y se pone a hacer tartas de manzana.

–¿Espía bien el CNI?

–Una espía en activo no me soltó prenda de las operaciones, pero sí de la parte humana: cómo te fichan, qué precio hay que pagar por ser una espía… Me dijo que el CNI tiene una alta reputación, sobre todo por las ramificaciones en el mundo islámico.

–Ahora me da que los agentes tienen que saber más de informática que de seducción. ¿Ha perdido glamour el espionaje?

–No, abarca muchas técnicas: el ciberespionaje, los que pinchan teléfonos, los confidentes, los de operaciones tipo James Bond… Pero otra espía que entrevisté me dijo: “Sabrás que estás rodeada de espías, ¿no?”. Y le dije que ya sabía que me espía el teléfono, el reloj, Alexa, y ella respondió que los servicios secretos tienen informantes en todos lados: taxistas, conserjes de hotel, las kellys, las peluqueras… Estamos rodeados de espías.

–Antes los espías leían el periódico para disimular. Hoy llamarían la atención.

–Exacto. Se tienen que buscar otra tapadera…

–Lo sabrá de primera mano. ¿Espían al gobernador del Banco de España?

–Por supuesto, pero ahora y siempre, y a los ministros, a cualquiera, todo el mundo espía a todo el mundo.

–¿Defiende que el CNI espiara a los independentistas catalanes?

–Lo veo normal, mientras se haga con las garantías necesarias. Si hay un desafío al Estado, es su obligación.

–Sin rodeos. ¿Es o ha sido usted espía?

–Yo no pero a mi hermana la intentaron fichar.

–¿Ah, sí?

–Ella habla muy bien ruso y la intentaron fichar los servicios secretos militares de España. Estaba encantada, la parecía glamurosísimo, hasta que se enteró de que tenía que estar 12 horas oyendo Radio Moscú…

–Menciona a varias reinas, María Estuardo, Catalina de Médici e Isabel I de Inglaterra, que hicieron del espionaje su forma de sobrevivir. ¿Escogería de espía a doña Sofía o a doña Letizia?

–Doña Sofía da más el perfil. Siempre tiene que ser la más disimulada, obvio.

–¿Cómo se lleva con su colega y tocaya Carmen Mola?

–Divinamente porque le di un premio hace un año.

–Es jurado del Planeta. Por su dotación económica y su relevancia, ¿la han intentado sobornar?

–Me encantaría decir que sí, quedaría mejor, pero no.

–Su país natal, Uruguay, es la única resistencia democrática a la ola populista que asola Venezuela, Colombia, Perú, Argentina, Brasil… ¿Hay esperanza para Sudamérica?

–Esperemos que sí. Uruguay es el único país hoy sin populistas de derechas, tras la caída de Bolsonaro, ni de izquierdas. Es un oasis.

>> Leer la entrevista en diariodesevilla.es <<

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