«Volar libre es peligrosísimo, cuanto más alto más disparan»
La novelista Carmen Posadas presenta en la Carpa del Encuentro ‘Licencia para espiar’, en un acto de la Semana Negra
Carmen Posadas vuelve a la Semana Negra para presentar ‘Licencia para espiar’ (Espasa), un recorrido por las mujeres que han ejercido a lo largo de la historia los servicios secretos. Será hoy a las 19 horas en la Carpa del Encuentro, dialogando con nuestra colaboradora Verónica García-Peña en un acto del Aula de Cultura.
-¿Su libro es prueba de que las mejores novelas están en la propia historia?
-La realidad supera ampliamente la ficción. Cuando lo escribía ante ciertos episodios pensaba que jamás me atrevería a imaginarme eso porque no me creerían. La vida es el escritor más fantasioso.
-Reúne espías desde los tiempos bíblicos al presente, ¿por qué tantas mujeres en ese oficio?
-Se lo pregunté a una espía en activo -el libro acaba con una entrevista que le hice- y me dijo que normalmente las mujeres despiertan menos sospechas y que son muy intuitivas, dos cualidades para ser espías. Yo luego he descubierto que además son más discretas que los hombres.
-De todas ellas ¿la más fascinante?
-La más insólita, el llamado Caballero d’Eon, espía de Luis XV, que a día de hoy no se sabe si era hombre o mujer. En Rusia enamoró a la zarina como hombre, en Inglaterra al rey Jorge como mujer y se acostó con Casanova que no llegó a saber si era hombre o mujer, que esto sí es para nota.
-¿La más terrorífica?
-Caridad Mercader, la madre del asesino de Trosky. Es una mala malísima, si Shakespeare la hubiera conocido Lady Macbeth habría quedado como una ursulina. Manipuladora, entregada a la causa soviética, programó a su hijo para matar.
-Usted misma fue espiada con su familia, siendo su padre diplomático en la URSS, ¿no?
-En 1972 vivir en Moscú era como estar en una película de espías pero no de James Bond, de Anacleto. Eran unos chapuzas. Teníamos la casa llena de micrófonos y a veces se invertían y oíamos nosotros a los espías. De madrugada discutían porque se aburrían y daban ganas de decirles: cállense, queremos dormir.
-¿Qué era el escuadrón volante de Catalina de Medici?
-Catalina que era sumamente fea sabía del valor de la belleza para espiar y tenía mujeres guapísimas entrenadas para envenenar o sembrar discordia entre sus enemigos. Venía de buena escuela.
-Acaba de reunir sus mejores columnas en XL Semanal: ‘El efecto Posadas’. Aquí usted espía las relaciones personales como el mundo a pequeña escala.
-Graham Greene -otro espía- lo llama el factor humano. Es el que decide en los grandes acontecimientos y en los más miserables. Siempre me ha fascinado tratar de mirar detrás de las máscaras, cómo se comporta la gente y tratar de entender qué nos mueve.
-¿Mirar alrededor es su fuente?
-Me gusta mirar por el ojo de la cerradura. Siempre he sido más observadora que participante. Hay personas a las que les gusta brillar y brillan, los que somos tímidos observamos. Eso es una lata para la vida, pero para la literatura es fenomenal.
-El filtro del humor es común en sus artículos. Parece un valor a la baja y que genera ‘haters’ en todo el espectro ideológico.
-Es terrorífico. De hecho mi próximo artículo va de eso, se titula ‘Los extremos se tocan’ y es que la libertad siempre ha dado mucho miedo. Volar libre es peligrosísimo y cuanto más alto más disparan.
-Ha confesado que es vaga para escribir. No me lo creo.
-Es verdad, para mí es un martirio chino y a diario tengo que ponerme una pistola en la sien para escribir. De hecho trabajo de espaldas a la ventana, si no, me dan ganas de salir o distraerme con un pajarito.
>> Leer la entrevista en elcomercio.es <<